lunes, 3 de diciembre de 2007

El dolor y sus máscaras

El dolor es a la vez tejido -carne- y desolación -espiritu-; es vacío y gangrena (íntima), es desangrarse sin morir. Es subjetivo: ¿quién puede entender el dolor del otro? ¿Quién sabe si lo que a él le duele no le hiere más aún a los demás? Y objetivo: el dolor es universal, y si ahí no sentimos compasión, ¿qué queda de lo humano? Convoco a Dostoiewski, aTolstoi, a todos los novelistas rusos que supieron atravesar el alma de sus contemporáneos. Incluso al gran Chejov que enmascaraba el dolor con un lenguaje elegante. Convoco a Coetze, a Primo Levi, a Nemirosky, a Swift, y también a Cervantes... Convoco a todos los que han entendido qué es la vida y la muerte, y su valor; a todos los que sienten piedad del dolor ajeno y tratan de llevar con coraje el suyo, sus desgarros... Y me pregunto cómo es posible que haya gente aún, en mi universo occidental, que no sienta compasión por el otro, que no entienda que, con las necesidades cubiertas, lo que importa es sentir, elevarse, compartir, amar quizás, y nunca matar. El mal fortuito, grosero, salvaje, horroriza, pero aún más el dolor infligido de modo contundente, pertinaz, sin alma, sin vacilaciones ni autocrítica. ¿Nadie se arrepiente? ¿Nadie entiende que no se puede hacer daño más que por equivocación o por locura (pasajera) ? ¿Nadie comprende que el mundo no gira en torno a nadie? ¿Nadie sabe que el propio deseo, sean ideas, o aspiraciones, no son más importantes que el simple aleteo de vivir del otro? Que venga Camus, que venga María Zambrano, que venga, si es que aún hay alguna, Antígona... Que alguien salve a los humanos corrientes y ordinarios de los malvados que matan por narcisismo o delirio, salvándoles antes a ellos, los malvados que despojan de humanidad a sus prójimos, de tanta sangre. Que Shapeskeare, o Dante, o Marguerite Yourcenar, por evocar a quienes supieron penetrar en la penumbra del alma humana, ( y que, si alguna vez utilizaron máscara fue para sobrellevar su soledad o sus miserias), nos salven, al menos, con sus libros.