viernes, 27 de septiembre de 2013

La lengua y la palabra

Trescientos años de historia, la de la Real Academia Española, se exponen ahora con visión de conjunto en la Biblioteca Nacional. La comisaria de la muestra, Carmen Iglesias, académica, no ha dejado de lado a las mujeres notables que llamaron a la puerta de la RAE (Gertrudis Gómez de Avellaneda, Emilia Pardo Bazán)

y fueron rechazadas por su condición de mujeres.
Tampoco deja fuera a la primera que aun siendo invitada a presentarse, no obtuvo votos suficientes, como María Moliner.
Su diccionario (Diccionario de Uso del español) aparece integrado en la exposición. "Mi obra es limpiamente el Diccionario", afirmó la lexicógrafa presentarse a la RAE, en 1972. Tenía otros muchos méritos, pero consideró que el Diccionario justificaba su vida y el derecho a un sillón de la Docta Casa. En la muestra aparecen también obras pictóricas,  algunas de ellas de Zuloaga y Madrazo, que reflejan el mundo intelectual y académica de diferentes épocas.

domingo, 8 de septiembre de 2013

Recordando a Constancia de la Mora/ Elegía de Pablo Neruda



Ordenando fichas y papeles, he vuelto a leer la Elegía de Pablo Neruda a la muerte de Constancia de la Mora. Un texto emotivo e improvisado que retrata a esta nieta de Antonio Maura que renunció a su abolengo para encontrar su camino y su libertad. No era demasiado simpática, quizás fuera en algún momento algo fanática, pero tenía "allure". Y nadie negará que fue generosa y vivió libre de toda conveniencia. Su muerte en accidente de tráfico a los 44 años fue trágica, como los personajes de leyenda. 


“Constancia, tu partida nos ha caído en medio del corazón y en medio de nosotros como un rayo negro o como una sombra terrible. Eras tan alta como una torre, se divisó tu estirpe desde todos los puntos de la tierra española, entre tanta sangre y tanta alegría, y luego, en México, sobresalías de la tierra purpúrea y desde lejos, al torcer la encrucijada de Tres Marías ya te veíamos, ya divisábamos tu hermosa estatura morena”.
 El golpe de la guerra aventó lo mejor de España hacia otros mares, y nuestras tierras, separadas por el océano, se unieron, recibiendo a los que, como tú, eran al mismo tiempo liberadores de la vieja patria y esencias de nuestras tierras de espacio y libertad.
 Fuiste personal como nadie, pero fuiste también disciplinada guerrera, fibra de un gran combate colectivo. Como una alta llamarada, sentías de pronto el viento de la vida derribar tu lumbre, pero de nuevo, con el nuevo día, te elevabas y resplandecías.
 Lo bueno es recordarte como eras, como una gran mortal, como una gran humana, capaz de la alegría y de la cólera, y tierna también, digna de todas las canciones que amabas. Nosotros, los que en América te recibimos, te conocimos y te amamos, no podemos sino pensar que sobrevives. Sobrevives en tu libro, en que te retratas y retratas una época con dibujo imborrable. Sobrevives en la lucha de tu pueblo y en la victoria que le aguarda. Nosotros, en tu memoria, amiga amada, sostendremos y ayudaremos a los pueblos de España, sin desmayo, sin pensar que jamás estén vencidos, y al hacerlo, creemos que ésta es tu única herencia, herencia que repartiremos entre nosotros cantando”
(‘Elegía de P. Neruda’, Acapantzingo, Cuernavaca, 1 de febrero de 1950)