viernes, 28 de julio de 2017

La señora James /Ocho relatos y una nouvelle

Acabo de publicar (en realidad lo publica la editorial Papeles Mínimos) un libro de relatos (ocho cuentos en la primera parte y una nouvelle en la segunda). Son relatos de diferentes épocas y en algunos, escritos como borrador o en una primera versión a finales de los noventa o principios de siglo, se nota la ausencia del teléfono móvil. La trama de La llamada, por ejemplo, el relato con el que arranca el libro para abrir boca, no habría sido exactamente igual de haber tenido los protagonistas número móvil en vez de contestador. Ha sido, por tanto, un libro realizado con tiempo (y muy bien editado por Papeles Mínimos), una selección de los relatos que he reunido en los últimos veinte años. De algunos (Dos amigas, El desconocido o Un hombre perplejo) me siento muy cercana; Zigzag es un extraño canto a la soledad con unas mínimas gotas de felicidad y, el más lejano a mí es, sin duda La vacilación de Bernard, creado a partir de una frase e inventado desde el principio al fin. La señora James (que narra con sobriedad, sin sentimentalismos, un tema hondo, el proceso de envejecer) da título a los relatos. Pero también se barajó La vacilación de Bernard  y Un hombre perplejo como posibles títulos para el libro.
La nouvelle la escribí casi al tiempo, tal vez un poco antes, que mi primera novela, Años en fuga, y cuenta los efectos psicológicos y las transformaciones interiores que provocan los amores complejos, desiguales, contrariados o frustrados. Se sitúa unos años antes que la historia de Años en fuga y tiene algunas similitudes y diferencias. Ambas historias empiezan en Italia (un referente literario y ficcional para mí en aquellos años) y descansan en dos personajes principales y otros secundarios de indudable diferente peso. En Años en fuga, los protagonistas, Elsa y Marc, alternan capítulos y, aunque todavía jóvenes, son dos profesionales ya consolidados en sus diferentes actividades aunque en el terreno amoroso busquen aún su sitio y su porción de felicidad. En la nouvelle, Tiempo de olvido, Julia y Joaquín, son aún más jóvenes, buscan aún su sitio en la vida, y tienen más tiempo por delante para modificarla con nuevas experiencias, aunque los desengaños sean más desgarrados, al menos en apariencia. Hilando fino se podría decir que Años en fuga podría haber sido la continuación de Tiempo de olvido desde el punto de vista cronológico.  Los conflictos, sin embargo, continúan y las obsesiones y las decepciones prosiguen, aunque los protagonistas tengan más años y sean otros al igual que sus circunstancias: el tiempo pasa, pero no se es más sabio por eso. Ese paralelismo me decidió  en su momento a dejar Tiempo de olvido  (la nouvelle de La señora James) como una novela corta y continuar con Años en fuga (Acantilado) como novela, con unos personajes algo más escépticos, aunque también en búsqueda de logros y segundas oportunidades.
De algún modo y, a pesar del tiempo transcurrido, hay cierta coherencia entres los relatos y la nouvelle, lo que permite que puedan cohabitar en La señora James. La editorial Papeles Mínimos ha editado una tarjeta con cada libro a modo de marcapáginas, que lleva un párrafo del relato El desconocido. Lo copio aquí. 

"A aquel hombre le había visto por primera vez esa mañana, en la piscina. Le había visto sin necesidad de mirarlo, sin retener de él ningún rasgo concreto. Era un hombre que no llamaba la atención. Un hombre maduro que se acercaba cada tanto a la piscina, se quitaba las gafas, las dejaba en uno de los bordes y nadaba hasta la parte más honda, allí donde ser corto de vista carecía de importancia. Luego regresaba a la parte menos profunda, recogía sus gafas y salía del agua. Solía pasar por delante de mí. Aunque yo estaba recostada en la hamaca, le veía dirigirse, de forma oblicua, hacia dos tumbonas que compartía con la que debía ser su esposa. Ella no se bañaba, o al menos no mientras yo estuve en la piscina. Ambos parecían estar en buena forma y no destacaban por nada significativo. Al mismo tiempo, tenía la sensación de que el rostro de él me era familiar [...].