martes, 2 de agosto de 2016

Algunas lecturas, el mismo mar

El verano es una estación de paso, también en el aspecto espiritual y anímico, Es un tiempo que pasa, diurno, sobre todo cuando las vacaciones giran en torno al sol, al mar y al aire libre. Somos forasteros de un tiempo conocido que inaugura rutinas alternativas a las habituales, pero que finalmente se va. Anoche, frente al mar, pensé que una vez que oscurece, la playa deja de ser en cierto modo playa, paisaje y compañía. "Anochece  frente al mar. La hora de la verdad. O de las verdades. Cada uno conoce las suyas. Ya no hay sol. Y no importa. O no debería". Lo escribí en un momento de serenidad, pensando en que una vez que el sol se oculta volvemos a ser lo que somos. No era una observación personal, sino una intuición de que es un fenómeno común. No fue un desfallecimiento, ni una crítica a los placeres y desengaños del verano. El verano nos desnuda, sí, pero también nos ofrece más que lo que representa. Fue tal vez la reivindicación de algo más; de seguir leyendo o escribiendo a pesar del sol, la dispersión y la vagancia.
Tengo algunos libros delante. La correspondencia de Italo Calvino con escritores que le enviaban sus manuscritos, una lectura que inicié el verano pasado y que este terminaré. Tiene indudable interés, y hay cartas de rechazo magistrales, pero también hay interioridades que a veces se nos escapa, porque muchos autores eran a la vez amigos, o rivales...Uno de esos libros que aunque haya tardado en leerlo, lo conservaré como imprescindible. También estoy leyendo a Marsé (Rabos de lagartija) y Cela.(San Camilo, 1936). Dos autores que admiro, aunque no haya conectado con ellos como desearía. Sí, también en verano me pongo tareas y trato de cerrar capítulos como lectora.