lunes, 22 de febrero de 2010

Fin de semana de arte

Arco es un acontecimiento y una cita. Merece la pena visitar la Feria, aunque sea a cierta velocidad, como un paseo en el que se hacen algunas, pocas, paradas. Hubo una época en que la cita era una fiesta, se quedaba con amigos para ir a la inauguración, y la atmósfera mo defraudaba: era una novedad más entre tantas novedades. Ya esa emoción pasó (al menos para algunos) y ahora puede bastar un recorrido a medio día para evitar aglomeraciones.
Pero además, Arco en sus fragmentaciones, o en sus esquinas, ha creado o ha dejado crecer otras ferias o celebraciones de arte que han hecho de Madrid una capital aún más poliédrica. En el palacio de Congresos de Castellana ha abierto una Feria más pequeña y asequible, Dearte, atracción no menor para quienes no se limitan a Arco. Una feria para acercarse un rato sin alterar otros planes, por su proximidad y con autores jóvenes y frescos como Blanca Orozco. Además, otras ferias encuentran año tras año su identidad, como Art Madrid, otra cita a tener en cuenta en la Casa de Campo. Y alguna más. Todas caben. Los ojos no se cansan de la belleza, y la crisis empuja al coleccionismo de precios ajustados.

sábado, 20 de febrero de 2010

El exilio literario interior de las escritoras del siglo XX Exilio literario



Una revista, Letras Libres, pidió hace unas semanas a cuatro críticos que seleccionaran los 25 libros del siglo XX más significativos. Surgieron así cien títulos, muchos de ellos imprescindibles. La sorpresa que más de uno se ha llevado es que sólo se citan tres obras de mujeres en toda la lista. De cien, tres. ¿No es sospechoso, extraño o como quieran definirlo? Nada importa que los críticos sean hombres, ya que a fin de cuentas han sido los elegidos por la revista, y ésta no tiene por qué elegir hombres y mujeres para equilibrar. Lo curioso es que esos crítico se haya olvidado de Rosa Chacel, de Mercè Rodoreda, de Ana María Matute, de María Zambrano... Es increíble. En esta lista, está, cómo no, Ortega. Y Gómez de la Serna. Dos autores con los que Rosa Chacel tiene connotaciones estéticas. Pero eso no importa. Tampoco que Zambrano sea una discípula, aunque heterodoxa, del "Maestro" (Ortega). Por la misma razón no se valora la voluntad de estilo de Rodoreda. Cuesta pensar que todo eso se ignore. Como cuesta creer todo haya sido una casualidad.

martes, 9 de febrero de 2010

James Salter y otras maneras de quemar los sueños y los días


Me hablaron a principios de año de James Salter y quien lo hizo fue lo bastante convincente para que quisiera leer ya La última noche.
No lo he hecho aún porque no es lo mismo la realidad y el deseo y en nuestras vidas hay muchas vidas y muchos libros. En literatura siempre hay algún autor o libro que descubrir a pesar de saber que nunca se leerá todo lo deseable ni mucho menos lo que suscita curiosidad. Hoy tengo en mis manos Quemar los días , la obra del mismo autor que circula ahora por nuestras librerías y siento emoción.
Es difícil mitificar alcien por cien a determinados autores, aunque es cierto que en cada edad surgen afinidades electivas. Cada persona es un mundo y no a todos nos llega un libro o un autor en el mismo orden. Valorarmos de pronto la narración total que apenas deja respirar al lector porque en otro tiempo quizás nos gustó Henry James;o nos atrae el intimismo de Clarice Lispector o Katherine Mansfield porque no hace mucho nos saturamos de Cormac Mccarthy... O al revés.

Cada edad, no hay duda, nos hace encarar el entorno de una forma distinta. La imagen que tenemos de nosotros mismos, o de ese relato sobre nosotros que podríamos hacer también experimenta cambios. Juventud e idealismo parecen ir juntos, al ser una etapa unida a una concepción eminentemente moral de la existencia. En esos años el filtro moral lo sopesa todo: el fracaso se ve como una humillación y una pérdida íntima, el mal se enjuicia desde postulados casi religiosos y el dolor adquiere a veces tintes heroicos. Sufrir una injusticia o una ruptura, o ser acusado falsamente de algo nos acarrea ante todo un sufrimiento moral. En la madurez, ese mal o esa injusticia no son entelequias morales: existe ya una experiencia, la vida tiene ya la perspectiva de acumular pérdidas y ganancias y además del coste emocional, sufrimos el coste real, el que tiene rostro y consecuencias: quien sufre una injusticia en el trabajo, o es víctima de algún atropello económico sabe que eso tiene una dimensión tangible y material. Quien se ve abocado a un pleito no buscado o tiene que responder de algo de lo que no es responsable, no sólo se detiene a pensar en el daño moral sino en ese préstamo bancario que debe pedir para no dejar sus hijos en la estacada o para defenderse ante la justicia. Por supuesto los principios siguen ahí y la dimensión moral permanece (si existió alguna vez) pero ya no basta con llorar o sentirse ofendido. Se necesita resistir.
LA VIDA, COMO LA LITERATURA QUE NOS INTERESA, CADA VEZ SE HACE MÁS COMPLEJA.