lunes, 22 de septiembre de 2008

Aprender a Vivir/ Rodoreda

Cada vez me molestan menos cosas, pero las pocas que me molestan me fastidian mucho. ¿Madurez, depuración, intolerancia selectiva dentro de un clima de tolerancia? A vivir no se aprende nunca, a pesar de que se aprende todos los días.
¿Aprendió a vivir Mercè Rodoreda, tan recóndita y a la vez tan estudiada y reinterpretada? Hay escritores que se explican por sí mismos: Carmen Martín Gaite, por ejemplo, pero también Javier Marías, por citar a dos autores bien distintos. Hay otros (Laforet, Rodoreda...) que se esfuerzan tanto en esconderse, o en reservarse, que son interpretados. El velo de la duda, o del misterio las acompaña. Rodoreda colocaba barreras alrededor para protegerse, o para contar sólo lo que deseaba, pero a la vez esos parapetos la aislaban y acentuaban su frialdad, su misterio. Se ha escrito (yo también) que su vida está en los personajes de sus cuentos y en las enrevesadas tramas de novelas como Espejo roto (Mirall trencat). Al menos aflora ahí su visión del mundo ambivalente: lo puro amenazado por lo sucio; la bondad por crueldad, la felicidad siempre amenzada. O al revés si se quiere: la blancura aflorando en la oscuridad, la abnegación en medio de la ruindad... Podemos pensar que ésa era su experiencia, o que pensaba así, o que ocultaba algo, o que se refugiaba en el esoterismo para conjurar las claves de un mundo que sólo controlaba en la escritura... Podemos pensar que su vida no fue fácil, que sufrió desengaños (en el amor, o en su doble exilio, en sus aspiraciones), pero ese sentimiento de vaciedad e impotencia es algo común en otros escritores (e incluso en cualquier ser humano). Al final, lo que importa es que fue una estilista del lenguaje: las palbras eran su jardín, su alma sus personajes.

lunes, 8 de septiembre de 2008

De Pavese a la memoria histórica

Centenario de Cesare Pavese. Escritor total, con todos los ingredientes para hacer de la vida literatura. Pero no de la literatura vida... Ahí está El oficio de vivir. Tenía oficio y olfato para leer y escribir. No tanto para vivir. A veces pasa, pero una de dos, o ambas, literatura y vida se funden o se alternan y vivir resulta más llevadero. O más intenso, es decir, más corto. A palo seco, escribir no basta.

(A Richard Wright se le considera el precursor de lo que se denomina literatura afroamericana. Esta etiqueta aglutina a autores que mantienen origen o raíces culturales afroamericanos y unos rasgos de identidad propios dentro de la literatura estaounidense. Hay opiniones diversas. En la narrativa de Toni Morrison, por ejemplo, pesa más (o tanto) su condición de mujer. Sea como sea, autores como Wright son puntos de partida y de referencia en la construcción o reconstrucción de la memoria colectiva afroamericana. Uno de los peldaños que que han permitido a Obama avanzar hacia la cima. Aunque a menudo se olvida que Obama es tan blanco como negro. A estas alturas, el concepto raza está en desuso, pero es curioso que se insista tanto en los ancestros negros del senador, cuando en realidad ha sido educado por su madre y abuelos blancos.)


Memoria histórica. El planteamiento de Garzón (a petición de familias de víctimas) es audaz y a la vez interesante. Aún es pronto para saber si prosperará. Pero es exagerado hablar de revanchismo por parte de quienes han sabido dónde estaban enterrados sus deudos y los han llorado públicamente. Sus nombres aparecían tristemente en las fachadas de las parroquias o en instituciones recreativas como la Gran Peña de Madrid. Es decir: hasta poco antes de la llegada de la democracia muchos creíamos/nos habían dicho que los vencidos eran a la vez los malos (y en consecuencia no existían, eran poco menos que parias) y los vencedores los buenos. La transición supuso una elegante manera de decir adiós a todas esas falsedades. Pero algunos se apoyan en esa transición para no ir más allá. Es como si siguieran creyendo que los buenos/vencedores (o sus decendientes) al abrir el juego democrático a los malos/vencidos han saldado toda su responsabilidad. Ahora bien, si los vencidos pretenden saber dónde están enterrados los suyos, o hacen balance de sus víctimas, se les vuelven a recordar lo que siempre se les reprochó (sus crímenes más que conocidos y difundidos durante el franquismo) y que aparentemente se les había perdonado... Hace falta serenidad para no ir pasando la pelota a uno y otro lado ad aeternum, pero las heridas tienen que cicatrizar. No basta con perdonar y pasar página para que no te digan lo que tus antecesores hicieron. Pero a estas alturas sería un sinsentido exigir condenas o responsabilidades judiciales a particulares. No es eso lo que se busca. Como mucho, lo que se espera es una condena moral de los responsables fundamentales. Tarancón no iba descaminado cuando planteó que la jerarquía pidiera perdón por su implicación en uno de los bandos. No pudo ser entonces, pero queda pendiente. Mejor enterrar a todos con piedad que tirarse a los muertos. Es falso que el proceso actual favorezca en sí la división de los españoles. El oscurantismo y los maniqueísmos deben terminar. Pero a la vez hay que ser lo bastante ecuánime y pudoroso para no sacar rédito político de los hallazgos de fosas que van apareciendo. El rédito sólo puede ser sentimental (para las familias) e histórico. Después de todo, la historia, pese a sus limitaciones e interpretaciones, es incontestable.