jueves, 31 de enero de 2008

Amazonas del arte nuevo

Una exposición incitadora comienza estos días en la sala Mapfre de Madrid: Amazonas del arte nuevo, o lo que es lo mismo: recorrido por la vida y obra de artistas plásticas de un amplio periodo (1850-1950) que abarca el cambio de siglo entre el XIX y XX y los sucesivos movimientos pictóricos. Conocidas y desconocidas, es la gran oportunidad de ver reunidas a pintoras expresionistas o futuristas, represetantes de las vanguardias rusas o del surrealismo (desde Natalia Goncharova, a Georgia O´Keeffe, además de María Blanchard o Angeles Santos, y por supuesto Maruja Mallo). ¿Quién se atreve a decir que la mujer se incorporó a la pintura tarde? En este campo como en otros, la subordinación al varón y la férrea jerarquización entre maestros y discípulos han eclipsado a muchas artistas. Cuánto esfuerzo por ser reconocidas como pintoras, cuántas trabas para confirmar su autoría, ese derecho a firmar como propio lo que durante un tiempo se consideró sólo una aportación artesanal a la obra del genio... Tenemos el ejemplo algo más lejano de Artemisia Gentileschi o el de Sofonisba, siempre a la sombra del padre, o del patrocinio familiar para cimentar una identidad. Si todo hijo o todo artista tiene que matar al padre real o intelecutal para crecer, ¡qué dura la batalla de las pintoras por sacudirse tantas tutelas afectivas y legales! El trabajo está ahí, y ver esta muestra es una delicia no ya para los sentidos sino para valorar la evolución de las mujeres artistas y de su papel en el mundo artístico.

martes, 29 de enero de 2008

En el Valle de Elah

Vi hace días la película En el valle de Elah.
Interesante. Aunque quizás su argumentación sea más emotiva que racional. Y con un final demasiado moralista. Pero ése es su valor: un punto de vista sobre la guerra como ácido corrosivo no sólo para sociedad civil sino para el ánimo de los soldados. Lo que más me gustó: su tonalidad de grises, dentro del contundente alegato antibelicista a através de la transformación de jóvenes soldados más o menos inteligentes o más o menos estúpidos en una criaturas monstruosas.

jueves, 24 de enero de 2008

Legalizar/Despenalizar: Las palabras importan

Se creía que había un pacto social sobre/en torno a la compleja y a la vez real cuestión del aborto. Al menos en España y desde el punto de vista legal. Ahora se vuelve a poner sobre la mesa: tal vez sea éste un tema nunca del todo zanjado, siempre abierto a la polémica si se ahonda un poco. Pero también por eso mismo, porque es un asunto que nunca será del todo resuelto a satisfacción de todos los criterios o enfoques, conviene que haya un consenso de mínimos. Los mínimos tienen nombre y apellido, el texto legal francés promovido por Simone Veil, buen punto de partida. También me parece útil recurrir a la distinción que hace la legislación alemana: despenalizar el aborto y no legalizarlo. Son matices a tener en cuenta, porque las palabras importan. Despenalizar es más elegante, y tal vez más delicado pero igual de efectivo: no se puede penalizar a la mujer que aborta con arreglo a la normativa legal y sanitaria. Las fuerzas de seguridad tampoco pueden ir a su casa meses o años después para amedrentar o desverlar aspectos de su intimidad y de su conciencia.
Despenalizar un acto indvidual como es el aborto parece obvio. Puede que algunos lo consideren un eufemismo, o una hipocresía, pero también es un concepto. Se puede tener una escasa o nula simpatía por el aborto, pero eso no implica que se castiga o persiga a quien recurre a esta opción. Muchos de los que reniegan del aborto legal, de mentalidad integrista por lo general, aunque también lo hay de buena fe, subrayan la parte horrenda o desagradable de la intervención. Olvidan que a nadie se le obliga a abortar, como no sea el hambre o la desesperación en casos extremos. El aborto no es una buena opción, o al menos no generalmente, ni es un método anticonceptivo, pero es una posibilidad que no se puede negar en determinados casos y a determinadas mujeres. Es una puerta entreabierta que no debe cerrarse. Se trata de algo demasiado serio para dejarlo en manos de los no profesionales o de las redes clandestinas.

En ese sentido, una ley de plazos no sería algo radicalmente nuevo, a condición de que este tiempo fuera realmente restrictivo. Sólo en los supuestos de malformación del feto y de enfermedad física de la madre podría traspasarse ese plazo mínimo. Quien aborta debe ser lo bastante responsable como para decidir pronto, y si no que apeche con sus indecisiones. Por eso mismo, cuando alguien aborta por segunda vez habrá que preguntarse si no se le debería recomendar (recomendar, no imponer) una ligadura de trompas.

jueves, 17 de enero de 2008

El ya no tan joven Marías

He leído bastante de Javier Marías, sin pretender pasar por fan ni por lectora empedernida del ya no tan joven Marías. Me estrené con El hombre sentimental (que en el fondo lo encontré muy alejado de lo que pretendía hallar) y seguí leyéndole en sucesivas entregas. Algunos de sus cuentos me fascinan y en conjunto, me gusta leerle, incluso con su sintaxis y meandros sinuosos. Me costó teminar el primer tomo de su última trilogía por mi escaso tiempo para leer seguido y por sus imposibles subordinadas, y también sus desmesuradas reiteraciones, bien escritas, eso sí. Pero el ya no tan joven Marías, es siempre una garantía de marca, un escritor esencialmente brillante, más allá de los aciertos narrativos de sus últimas obras. Se dice, sí, que su última trilogía ya no es ficción estricta, sino escritura transversal, y que a un primerizo/a no se le permitiría publicar híbridos. Ya. Pero es que a un escritor primerizo casi no se le publica nada, ni bueno, ni regular. Todo son excusas. Y al mismo tiempo hay que reconocer que Marías es mucho Marías, y a él, hombre de letras total, se le puede permitir casi todo.

sábado, 12 de enero de 2008

El último Clarín

Hojeo con curiosidad y finalmente leo el último número de la revista Clarín. Encuentro sugerentes propuestas, desde Walser a Brenan. Y una aportación de Andrés Trapiello que, por afinidades de temas y personajes, leo en primer lugar: comenta una antigua foto tomada en 1937 en la España leal, en la que aparecen seis jóvenes felices (es decir, ante todo jóvenes), a pesar de la Guerra Civil, unidos entre sí por la cintura o el hombro. Una foto que recoge nombres y trayectorias significativas: mirando de izquierda a derecha, el primero es Victor María Cortezo, Vitín, íntimo amigo de Cernuda, seguido de Blanca Pelegrín; en tercer lugar el autor de La realidad y el deseo con una inusual sonrisa radiante, y a su lado Carmen García Lasgoity, que se enlaza por su izquierda a Manuel Altolaguirre, al tiempo que éste pasa el brazo por el hombro de Carmen García Antón. Imagen de compañerismo y de fresca cotidianidad, y más si se tiene en cuenta que iban en bañador, avanzando por la playa. Imagen de vida civil, de modernidad y entendimiento en unos momentos terribles. Trapiello evoca la fotografía y las vidas de quienes la ocupan, y denuncia que esta imagen, requisada tras la victoria franquista por el ministerio de Fomento estuvo años olvidada, (¿escondida?) entre legajos del ministerio de Información y Turismo, luego Cultura y trasladada a la Biblioteca Nacional, donde también permaneció dormida. ¿A quién podía molestar esta amistad más allá de la estricta ideología? Al finalizar la contienda algunos se exiliaron y otros permanecieron en la España vencedora/y vencida. Por azar, al hilo de una labor de rastreo documental que realizó por encargo de la Residencia de Estudiantes, el joven Enric de Giles descubrió este testimonio recogido por Trapiello. Sin duda otra España era y fue posible.
Otro artículo de Clarín que ha captado mi atención, firmado por Enrique Fuster del Alcázar, nos ofrece la carta de presentación de una jovencísima Carmen Conde dirigida a su admirado Gregorio Martínez Sierra, dramaturgo de éxito entonces gracias a que era María Lejárraga (Gregorio era yo, acabaría reconociendo ella) quien escribía sus obras.
Finalizo, pero reparo en otro texto: el Diario de Iñaki Uriarte, dentro de la misma revista literaria. Anoto mentalmente que tengo que leerlo.

sábado, 5 de enero de 2008

Siempre Coetze

Acabo el año con mazapán y lo empiezo con uvas. El rito se repite, pero el nuevo año es ese gran desconocido que se hará íntimo con el paso de los días. Quiero leer a Vasili Grossman, pero sobre todo, leeré a Coetze. Siempre Coetze, es uno de los escritores que une el año transcurrido y el que acaba de empezar. Uno de sus libros, Desgracia, es, paradójicamente, un tesoro para lectores y amantes de la literatura. Un modelo para escritores primerizos y un deleite para los más avezados.
Pienso en otro hermoso y necesario libro (El mar de las Sirtes), de un autor que nos acaba de dejar: Julien Gracq, y que siempre trató de pasar inadvertido para que ninguna anécdota personal eclipsara su monumental obra. La muerte le ha concedido una nueva visibilidad para los que no conocían su obra. La discreción ya no tiene sentido y ahora Gracq está donde debería estar: en la cima. Espléndido Le rivage des Syrtes. Me ha gustado la crítica, o mejor evocación, que firma Vila-Matas de esta obra fundamental en el último Babelia.
¿Leer antes a Julien Gracq que a Grossman? Un dilema, y una posibilidad tentadora.