lunes, 17 de diciembre de 2007
¿Barra libre a la violencia en el cine?
Vi hace poco Promesas del Este, una película que lleva tiempo en cartel y que deseaba ver. No puedo decir que me decepcionara o que al final no me gustara, pero había puesto en ella demasiadas -o simplemente otras- expectativas y no las colmó. Últimamente me equivoco bastante en la elección de las películas: suelo ir muy poco al cine y no sigo las películas en el orden en que se estrenan, pero sí selecciono unos cuantos títulos con la intención de no perdérmelos. Y a veces cuando al fin voy no tengo del todo presente por qué la elegí o si se debió a la influencia de una buena crítica. El caso es que después de comprar la entrada leí con detenimiento la sinopsis y me eché a temblar. Demasiada violencia. Me planteé no entrar pero no quise que esa prevención me hiciera perder tal vez una buena historia. No es la primera vez que ocurre: rechazamos sin paños calientes las cintas violentas de baja estofa, pero con las que consideramos buenas acabamos cediendo. Lo que me deprime es que hasta las películas buenas (Promesas del Este lo es) cohabiten con tanta dosis de violencia, como si, por ser buenas, no fuera menos desagradable su envoltorio y trasfondo de sangre y violencia. Se dirá que no todo es sangre en esa cinta, o que al tratarse de los bajos fondos de la mafia rusa, es inevitable. Pero ¿por qué tanto verismo en ciertas escenas? La obsesión realista por documentar las historias y dárselas comidas y deglutidas al espectador es alarmante. Nos estamos acostumbrando a unir violencia y arte (plástico y visual sobre todo) si no como autores, sí como espectadores. Las primeras victimas son los niños: la violencia que se tragan es infumable. Es casi una iniciación. Pero es que una vez que llegamos a adultos, parece que hay barra libre. No para mí. En ningún momento pretendo eludir o ignorar la parte oscura de nuestra sociedad, pero, ¿por qué tengo que verla con pelos y señales en cada historia? Libertad de expresión, sí, desde luego. Pero, aunque sólo sea por estética, reclamo un arte que incluso cuando trate y retrate lo abyecto, elija un camino elegante y elíptico.