jueves, 30 de abril de 2009

Literatura y deseo

La felicidad es un bien escaso, pero no esquivo. El exceso de deseos y expectativas, la acumulación de resultados felices suele fagocitar la felicidad. Pero la ausencia de deseos, tan zen, puede devenir en parálisis. He aquí el problema central de la vida y de la literatura: el deseo alimenta ambos mundos. El exceso de deseos puede arruinar a veces parte de la vida; la ausencia la fagocita.
Antídotos: leer. Yo ahora leo varias libros, como casi siempre, por unas y otras razones, desde El niño abandonado (Gedisa) a Las mujeres sabias (Herder). Y todavía estoy, ya terminando, con los Diarios de Mansfield.

sábado, 25 de abril de 2009

La ética y la crisis

Todo es política, sí, y todo, a la postre, también tiene un componente moral. Criticamos la ética del derroche porque hace perder la perspectiva y fomenta la insolidaridad, al menos en teoría. Pero la crisis tiene unas connotaciones éticas en cierto modo más obvias. La escasez y la incertidumbre fomentan la impotencia personal por un lado y la insolidaridad colectiva, la cultura de la supervivencia, el sálvese quien pueda.
La crisis tiene una vertiente psicológica que avanza como bola de nieve. Cierto que hay un problema financiero de fondo, y que hay una falta de liquidez en determinadas empresas y familias. Pero, ¿por qué empresas e instituciones que no están en crisis actúan como si lo estuvieran y retrasan pagos que finalmente llevan a la parálisis a quienen esperan esas cantidades de forma perentoria?

miércoles, 15 de abril de 2009

La experiencia del deseo


Jesús Ferrero
acaba de ganar el premio Anagrama de Ensayo con Las experiencias del deseo. Eros y misos. Una obra sobre el universo de las pasiones en la que Ferrero, reconocido novelista, vierte todo su saber de lector y filósofo. Espero con interés este libro del escritor zamorano que encontró su voz en París, trabajando en un hotel de noche mientras frecuentaba la Universidad de día. Ferrero entró en el Olimpo liteariao con Belver Yin, una primera novela sugerente y llena de claves iniciáticas. Luego han seguido otras muchas historias. El libro que ahora se nos anuncia se mueve en otros registros: el Ferrero reflexivo, el crítico liteario o el profesor de técnicas narrativas. Y sin duda también el viajero que acostumbra a recorrer Grecia y sus islas como un peregrino de los sentido.
Todo eso le ha llevado a pensr que el deseo es inherente a nuestra vida. Quizás fuea mejor mantenerse al margen, en un sentido budista, y ver pasar la vida sin desearla, desde la ecuanimidad. Protegerse en suma, y limitarse a ver pasar el cadáver del enemigo. Pero no es tan fácil esa templanza, y al final, o en medio del camino, el deseo dirige o encauza nuestra vida.

domingo, 12 de abril de 2009

La semántica y los hijos

Se dice que somos lo que comemos. Pero también lo que pensamos, lo que decimos (menos) y hasta cómo lo decimos. Es decir, cómo hablamos. Somos también lenguaje, semántica. Las palabras importan. Me viene esto a propósito de la palabra adopción extendida a mascotas, animales o árboles. Son todas estas acciones muy loables, y hasta necesarias en ocasiones. Pero la adopción tal como se entiende, prohijar a un niño/a en su dimensión más profunda, no debería extenderse a cuidar o hacerse cargo de una mascota o apadrinar un proyecto medioambiental. Hacerse padre o madre de alguien o hacerse hijo de un padre o una madre implica radicalidades y asunciones de compromisos que hoy por hoy se definen jurídica y semánticamente como adopción o acción de adoptar. No es cuestión de polemizar, pero hacerse cargo de un animal que no fue tuyo (posesivo) o que no compraste inicialmente no puede equipararse con tener un hijo no biológico. Al hijo adoptado se le equipara con el hijo biológico, pero la mascota que traes a casa (regalada, comprada, o rescatándola de un refugio) no es una adopción, no equivale a la llegada de un hijo. Se puede usar como metáfora o en cursiva, pero nunca será algo equivalente. Así se lo he escuchado a diversos padres y madres de hijos que fueron adoptados en su momento y que ahora son exactamente eso, hijos.


La actualidad politica no es objeto de este blog fundamentalmente literario, pero no caeré en la ingenuidad de escribir que se puede vivir al margen de la política (aunque pueda incurrir en otras muchas ingenuidades). Hay algo que me preocupa a menudo: la intolerancia hacia el gobernante elegido en las urnas, y la constante de los últimos treinta años de decantarse por un nuevo presidente de Gobierno en función del hartazgo que produce (real o mediático) el mandatario anterior. El que llega no siempre gana, simplemente sucede que el que se va, pierde. La excepción más dramática la protagonizó Suárez(al dimitir de forma más o menos forzada, a quien sólo se ha empezado a valorar de forma unánime una vez que se ha alejado de la escena política. Por cierto, hace unas semanas leí un análisis de E. Juliana que expresaba algo que ya intuí en 2004 durante la investidura de Zapatero y que hasta ahora no había visto escrito: el ligero parecido en las formas de prometer y de enfatizar de Suárez y Zapatero. Es un parecido de talante, más que de personalidades, y sin duda Suárez demostró un mayor peso como estratega. Les une sin embargo, cierta honradez y humildad castellanas, junto a un sentido de la improvisación y una enfermiza timidez que no les permite convencer cuando ellos mismos no están convencidos. Eso sí, Zapatero parece que tiene algunas tablas más, o un mayor optimismo, lo que le será útil en la difícil coyuntura económica de estos días.

miércoles, 8 de abril de 2009

Perdedores y otros bienaventurados


Me siento cerca hoy de los perdedores de causas justas, o dicho en el viejo vocabulario cristiano, de los que que tienen sed de justicia... Me siento lejos de los triunfadores sin causa, de los impostores, de los mentirosos convulsos... No creo que haga falta explicar por qué. Poco importa cuál haya sido la causa o el motivo concreto que me haya hecho escribir estas líneas. Está en mi linea habitual... Y no son sólo grandes palabras.

La vida, además está llena de menudencias, algunas incluso felices. Pero sobre todo de menudencias. Lo que leo hoy, Un dique contra el Pacífico, de Marguerite Duras (de nuevo el escenario de Indochina) mezcla de modo magistral pequeñeces y delirios. Su conocida historia, la plasmada en El amante, flota en esta nueva o no tan nueva visión de Indochina.

No sólo me encuentro con esas menudencias en los libros. La vida diaria, más fácil y más práctica, en conjunto, es también cada vez más compleja y problemática en cuanto a menudencias se refiere. Y evoco las felicitaciones de Navidad, de cumpleaños, de aniversarios. Se dispone hoy de tantas agendas electrónicas que es fácil tener presente una onomástica, una efémerides. Felicitaciones. A menudo sirven para recordar a los más próximos, pero tienen un indudable papel social, sobre todo en Navidad: a través de esas breves frases tópicas se intenta recuperar a socios perdidos. Los cumpleaños cumplen también ese papel ambiguo de afianzar lazos o quedar bien, hacerse perdonar anteriores olvidos hasta para intentar reconquistar amores o amistades.
En los últimos años se ha afianzado una nueva cortesía: felicitar el santo o el cumpleaños al ex. Pero ¿tiene sentido recordar aniversarios entre antiguas parejas? La literatura, como el refranero, ofrece respuestas para todo, pero ¿tiene sentido evocar o recuperar a alguien que ya se perdió, o que se esfumó? Cuando se trata de ex parejas con hijos comunes o excepcionalmente amigos tras el naufragio, parece un detalle agradable y sin más consecuencias. Sin embargo, no siempre las intenciones y los deseos de ambos confluyen, y en ocasiones esa felicitación puede expresar confusión sentimental, además de melancolía y un soterrado deseo de una improbable reconciliación. Eso sí, es una cortesía que se impone en edades juveniles, hasta el punto de que ayer escuché a un joven novio decir a su muy reciente novia:"perdona un momento, mi vida, que tengo que llamar a mi ex, es su cumpleaños". Sorprende tal falta de tacto, pero también que a edades tan tempranas se hable ya de ex con naturalidad. ¿Cuántas acumulará aquel joven cuando llegue a los 50 o los sesenta? Falta de tacto, sin duda. ¿Quizás también frivolidad?

jueves, 2 de abril de 2009

Amistad y literatura


Difícil bimonio. Pero cuando se da, es un privilegio.
No siempre es posible, ya que se filtra la competitividad, y ya no digamos el ego. Pero al calor de la litertura también se dan encuentros para literarios en los que la relación humana fluye y converge o no en la obra literaria de ambos autores. A veces más que amistades personales en estricto sentido lo que se da en confluencias generacionales: los escritores de los cincuenta, los novísimos... Y en ese contexto surgen amistades y pandillas literarias auténticas.
Capítulo aparte son las admiraciones literarias en lontananza, sin amistad por medio. Por ejemplo, Mercè Rodoreda admiraba a Rosa Chacel y a Katherine Mandsfield; María Zambrano admiró en su juventud a la también orteguiana Rosa Chacel. Y a la vez fue amiga de Concha Méndez y ésta de Cernuda. Son relaciones ricas, intensas, y a veces también ligeras, como la lluvia fina, pero inevitablemente persistentes.