domingo, 18 de noviembre de 2007

Vila-Matas escribe

"No creo que haya enfermo de la literatura más grande que Kafka. Su diario es aterrador" (en El mal de Montano. Anagrama). Coetze sostiene que las novelas de Kafka son en realidad borradores, obras inacabadas. Potentes borradores, faros que anunciaban lo que iba a ser o podía ser. No hay contradicción en lo que dice uno y otro de Kafka, y sí mucha admiración. El que escribía o deliraba estaba enfermo de literatura. Sus borradores son en todo caso magistrales, aunque febriles. Al final, literatura o enfermedad, todo lo mismo.
No siempre es así. A veces la fiebre sólo da para una escritura delirante; otras muchas ese delirio permite ir hasta lo hondo y hacer al menos metaliteratura. Muchos escritores han ensayando esa vía, la del delirio, en algún momento especial, y a menudo han tirado el manuscrito a la papelera. Otros, más ecuánimes consigo mismos, lo han guardado. Y con el tiempo, lo han dado a la luz. O no.