domingo, 1 de junio de 2008

"Negros" y escritores "anónimos"

Mercè Rodoreda y Carmen Laforet, desde luego, están libres de sospecha. Sus batallas con el estilo (Rodoreda) y con la escritura misma (Laforet) acreditan su esfuerzo y su pasión por el oficio de escribir.
No suele ser frecuente que un autor de calidad, comprometido con su obra, recurra a un negro literario. Su credibilidad está en juego. Sólo en sospechosos casos de excesiva producción o de dependencia comercial, se cae en tan vertiginosa tentación... hacia el descrédito.
Suele estar más extendida tal práctica en escritores de ocasión, o profesionales que se ven obligados a escribir algo relacionado con su competencia, o incluso gente que reconoce que no sabe escribir. Por no hablar de personajes del espectáculo o de los negocios que necesitan fabricarse una biografía. Por lo general, tales libros están escritos por verdaderos escritores o periodistas que hacen un estimable trabajo con las vidas ajenas y que firman la obra, aunque aparezca más visible el nombre de la figura retratada. De vez en cuando, sin embargo, el nombre del autor real no aparece y surge el equívoco. Aunque no siempre es porque el biografiados reclama para sí la paternidad de la obra, sino porque el escritor en cuestión no quiere aparecer en un libro de encargo en que tal vez tampoco ha sido el único autor.
Muy distinta es la paradójica actitud de María Lejárraga al escribir durante años las principales obras de teatro que firmaba su marido Gregorio Martínez-Sierra. Finalmente se supo. Lo que ya sería hilar muy fino es por qué Lejárraga quiso estar voluntariamente en la sombra. O en qué porcentaje o medida intervino también Matínez-Sierra en la redacción o diálogos de esas obras cuando se disponía a dirigirlas.
Las colaboraciones, o libros escritos a cuatro manos son otra modalidad diferente. Es difícil pensar que Luis Buñuel necesitara ayuda para escribir sus memorias, si así lo hubiera querido. Pero en Mi último suspiro, cuenta con la colaboración de Jean Claude Carrière. No es un desdoro para Buñuel, como no lo es para un director de cine que un profesional le ayude a afinar el guión de la película. Se trata de recursos y prácticas habituales.