viernes, 6 de junio de 2008

"Negros" literarios/3

Hay escritores profesionales que enjaretan una biografía después de hablar horas y horas con la celebridad a la que van a retratar. Conversaciones grabadas en cintas interminables en las que el personaje cuenta su vida, la que recuerda, para que el otro la interprete. Raramente se oculta el nombre del autor material, aunque aparezca en un tipo de letra minúsculo, debajo del de la estrella.
Hay escritores anónimos que dan forma o estilo a un borrador escrito ya por quien lo firma. La historia, finalmente, no siempre suele firmarse con el nombre del último que la escribe. ¿O sí? En este caso, ¿quién es el autor material o moral? ¿Quién el autor verdadero? Si la forma determina el fondo, el autor en cierto modo sería el que da el tono final y pule el texto. Pero, ¿y el punto de vista, y el contenido mismo? El punto de vista es de quien cuenta algo que vivivió o que presenció a cara descubierta, aunque carezca de estilo para que pueda ser publicado o entendido. ¿Entonces? Puede que nos encontremos a veces antes dos autores reales pilotando una misma obra: uno es el autor del hecho, del dato, de la interpretación, incluso; otro el dueño del lenguaje, en cierto modo el dueño de una obra que... pertenece a otro.
A veces a esta escritura a cuatro manos se le llama colaboración.
A veces se trata de una colaboración anterior a la obra misma, y ahí ya no se trata de escribir, sino de recopilar material. El colaborador es un lector..., necesitado de liquidez. Consulta archivos, amontona datos, selecciona y le proporciona un informe al escritor no especializado que de pronto tiene que escribir algo complejo o enjundioso. Es lícito, desde luego. Pero siempre se corre el riesgo, el doble riesgo, de que el lector transmita un dato inexacto o que el autor lfinal lo interprete mal.
Naturalmente es más cómodo que otros te filtren lo importante, pero si al final hay un patinazo, que cada palo aguante su vela.