miércoles, 8 de abril de 2009

Perdedores y otros bienaventurados


Me siento cerca hoy de los perdedores de causas justas, o dicho en el viejo vocabulario cristiano, de los que que tienen sed de justicia... Me siento lejos de los triunfadores sin causa, de los impostores, de los mentirosos convulsos... No creo que haga falta explicar por qué. Poco importa cuál haya sido la causa o el motivo concreto que me haya hecho escribir estas líneas. Está en mi linea habitual... Y no son sólo grandes palabras.

La vida, además está llena de menudencias, algunas incluso felices. Pero sobre todo de menudencias. Lo que leo hoy, Un dique contra el Pacífico, de Marguerite Duras (de nuevo el escenario de Indochina) mezcla de modo magistral pequeñeces y delirios. Su conocida historia, la plasmada en El amante, flota en esta nueva o no tan nueva visión de Indochina.

No sólo me encuentro con esas menudencias en los libros. La vida diaria, más fácil y más práctica, en conjunto, es también cada vez más compleja y problemática en cuanto a menudencias se refiere. Y evoco las felicitaciones de Navidad, de cumpleaños, de aniversarios. Se dispone hoy de tantas agendas electrónicas que es fácil tener presente una onomástica, una efémerides. Felicitaciones. A menudo sirven para recordar a los más próximos, pero tienen un indudable papel social, sobre todo en Navidad: a través de esas breves frases tópicas se intenta recuperar a socios perdidos. Los cumpleaños cumplen también ese papel ambiguo de afianzar lazos o quedar bien, hacerse perdonar anteriores olvidos hasta para intentar reconquistar amores o amistades.
En los últimos años se ha afianzado una nueva cortesía: felicitar el santo o el cumpleaños al ex. Pero ¿tiene sentido recordar aniversarios entre antiguas parejas? La literatura, como el refranero, ofrece respuestas para todo, pero ¿tiene sentido evocar o recuperar a alguien que ya se perdió, o que se esfumó? Cuando se trata de ex parejas con hijos comunes o excepcionalmente amigos tras el naufragio, parece un detalle agradable y sin más consecuencias. Sin embargo, no siempre las intenciones y los deseos de ambos confluyen, y en ocasiones esa felicitación puede expresar confusión sentimental, además de melancolía y un soterrado deseo de una improbable reconciliación. Eso sí, es una cortesía que se impone en edades juveniles, hasta el punto de que ayer escuché a un joven novio decir a su muy reciente novia:"perdona un momento, mi vida, que tengo que llamar a mi ex, es su cumpleaños". Sorprende tal falta de tacto, pero también que a edades tan tempranas se hable ya de ex con naturalidad. ¿Cuántas acumulará aquel joven cuando llegue a los 50 o los sesenta? Falta de tacto, sin duda. ¿Quizás también frivolidad?