"He cumplido todos mis sueños". Lo dijo el otro día Fernando Alonso, pero lo podría haber afirmado cualquier otro que hubiera triunfado joven. Una afirmación agridulce en cuanto que reconoce haber logrado un éxito que va más lejos tal vez de lo soñado, a la vez que indica que el riesgo de quedarse sin horizontes demasiado pronto. En el fondo, un espejismo, porque el futuro está lleno de retos, curvas, emboscadas y sorpresas, y el triunfo no tiene por qué ser algo lineal ni predecible.
A algunos escritores que conocieron el éxito con primeras novelas iconos, ese temprano triunfo les intimidó o les coartó para el futuro. Pero en literatura, como en otros campos creativos, experimentar o buscar caminos nuevos es mayor signo de vitalidad que encaramarse en el ya logrado triunfo.
Muchos otros, sin embargo, desde la colina del primer reconocimiento han sido capaces de escalar otros, sin darse tregua. Desde su legendaria Belver Yin, Jesús Ferrero ha seguido explorando y publicando nuevos mundos. La última novela, ya a la vuelta de la esquina, la publicará en los próximos días. Su título, Las fuentes del Pacífico, a punto de salir y que por tanto no he leído, nos llevará, probablemente, a nuevos escenarios muy prometedores.