miércoles, 2 de abril de 2008

Carlos Morla Lynch de paseo con García Lorca

Al escribir mi ensayo Mujeres de la posguerra, supe por primera vez, en medio de la bibliografía que manejé, o que cité, de Carlos Morla Lynch. En un principio se me antojó un personaje misterioso, con un toque cosmopolita que transmitían desde el primer instante sus apellidos. Años después, al escribir la historia de las hermanas Constancia y Marichu de la Mora Maura (La roja y la falangista. Planeta, 2006), volví a tropezarme varias veces con citas de Morla Lynch. Había sido un testigo clave de la vida cultural de la España de los años treinta, el periodo más significativo en la biografía cruzada de ambas hermanas. No pude, sim embargo, entonces, acceder directamente al libro. No renuncié a su lectura, tarea que me apunté para llevarla a cabo cuando hubiera mejor oportunidad. El momento ha llegado. Ahora acaba de publicarse una reedición de sus Diarios íntimos, un acierto sin duda de la editorial Renacimiento. Por fin puedo leer -de hecho estoy leyéndolo- los apuntes e impresiones del hospitalario y erudito diplomático chileno durante su estancia en España.
En España con Federico García Lorca, que lleva como subtítulo Páginas de un diario íntimo, 1928-1936, recoge el acontecer cultural, social y político de los últimos años de la monarquía de Alfonso XIII y la etapa de la II República. Morla Lynch (Santiago de Chile, 1885-Madrid, 1969), fue el observador privilegiado que acompañó no sólo a Federico García-Lorca por España, sino el anfitrión y excelente conversador de toda la generación del 27 (desde Luis Cernuda a Pedro Salinas o Manuel Altolaguirre) además de Lorca. Las puertas de su casa madrileña estaban abiertas a intelectuales y artistas y él mismo frecuentaba la atmósfera literaria y social que bullía en la capital y en otros lugares de España. La liberal condesa de Yebes, Carmen Muñoz, una figura central en la España de la República por su tolerancia y su capacidad para ser ser amiga de García Lorca y al mismo tiempo de Marichu de la Mora o Dionisio Ridruejo, siendo ella misma, es decir, sin tomar partido por unos u otros, fue otra de las figuras interesantes que Morla trató con asiduidad. Sus Diarios reflejan con honestidad ese tiempo prodigioso que acabó siendo terrible, devastador. Morla presenció también el estallido de la Guerra Civil. La muerte del gran amigo, el crimen inexplicable, el asesinato, en fin, de Federico, forma parte de las últimas notas de un Morla, anodado, destruido él también por ese dolor inesperado que no se puede entender. Morla caminaba por la plaza Mayor cuando se enteró del crimen.
Sin duda un libro interesante y clarificador. Renacimiento ha añdido además textos que no aparecían en la anterior de los años cincuenta, al haber sido mutilados los diarios por la entonces sempiterna censura franquista.