jueves, 24 de enero de 2008

Legalizar/Despenalizar: Las palabras importan

Se creía que había un pacto social sobre/en torno a la compleja y a la vez real cuestión del aborto. Al menos en España y desde el punto de vista legal. Ahora se vuelve a poner sobre la mesa: tal vez sea éste un tema nunca del todo zanjado, siempre abierto a la polémica si se ahonda un poco. Pero también por eso mismo, porque es un asunto que nunca será del todo resuelto a satisfacción de todos los criterios o enfoques, conviene que haya un consenso de mínimos. Los mínimos tienen nombre y apellido, el texto legal francés promovido por Simone Veil, buen punto de partida. También me parece útil recurrir a la distinción que hace la legislación alemana: despenalizar el aborto y no legalizarlo. Son matices a tener en cuenta, porque las palabras importan. Despenalizar es más elegante, y tal vez más delicado pero igual de efectivo: no se puede penalizar a la mujer que aborta con arreglo a la normativa legal y sanitaria. Las fuerzas de seguridad tampoco pueden ir a su casa meses o años después para amedrentar o desverlar aspectos de su intimidad y de su conciencia.
Despenalizar un acto indvidual como es el aborto parece obvio. Puede que algunos lo consideren un eufemismo, o una hipocresía, pero también es un concepto. Se puede tener una escasa o nula simpatía por el aborto, pero eso no implica que se castiga o persiga a quien recurre a esta opción. Muchos de los que reniegan del aborto legal, de mentalidad integrista por lo general, aunque también lo hay de buena fe, subrayan la parte horrenda o desagradable de la intervención. Olvidan que a nadie se le obliga a abortar, como no sea el hambre o la desesperación en casos extremos. El aborto no es una buena opción, o al menos no generalmente, ni es un método anticonceptivo, pero es una posibilidad que no se puede negar en determinados casos y a determinadas mujeres. Es una puerta entreabierta que no debe cerrarse. Se trata de algo demasiado serio para dejarlo en manos de los no profesionales o de las redes clandestinas.

En ese sentido, una ley de plazos no sería algo radicalmente nuevo, a condición de que este tiempo fuera realmente restrictivo. Sólo en los supuestos de malformación del feto y de enfermedad física de la madre podría traspasarse ese plazo mínimo. Quien aborta debe ser lo bastante responsable como para decidir pronto, y si no que apeche con sus indecisiones. Por eso mismo, cuando alguien aborta por segunda vez habrá que preguntarse si no se le debería recomendar (recomendar, no imponer) una ligadura de trompas.