lunes, 9 de noviembre de 2015

Zenobia Camprubí hizo (casi) todo lo que quiso

Cuando leí los Diarios de Zenobia Camprubí descubrí una mujer diferente a la que tenía entonces en el imaginario. Es cierto que su vida con Juan Ramón no fue fácil y que le restó tiempo y energía para hacer todo lo que le apetecía y necesitaba hacer. Pero no lo vivió como una condena -sí como una carga a veces- ni como una merma de libertad. Por eso, al escribir mi semblanza de Zenobia Camprubí -incluida en Las republicanas "burguesas"(Punto de Vista Editores/Sílex)-, expresé mi discrepancia con ese idea agorera y fatalista que presentaba a la esposa del poeta como una víctima. He escuchado y leído muchas veces que Zenobia fue sumisa y que Juan Ramón le impidió realizarse. No es cierto, tal como están corroborando las nuevas publicaciones sobre la vida y obra de Camprubí. La profesora Emilia Cortés lleva años investigando y editando la correspondencia de Zenobia y asegura, con el conocimiento que tiene de ella, que hizo lo que quiso con su vida. Y así fue, en cierto modo.
Era consciente de que podía haber hecho una obra propia -y en parte la llevó a cabo como traductora y escritora de textos propios-, pero en realidad sus intereses eran múltiples y no estaba en su meta abordar una obra propia de envergadura. El mundo de Juan Ramón era su mundo, no un peso muerto ni un universo extraño. Otras amigas suyas comprometidas con la educación y los derechos de la mujer, como Isabel Oyarzábal, gozaron de mayor libertad para desarrollar sus propios talentos. Oyarzábal, otra de las republicanas "burguesas", compaginó su labor de periodista y narradora con sus inquietudes políticas y sociales, aunque no llegara a ser una gran  escritora. Camprubí siguió otro camino, y siendo práctica y emprendedora como era, fue traductora, colaboradora de Juan Ramón, mujer de negocios -en su tienda de Arte popular dio trabajo a Constancia de la Mora en una época en la que las señoras bien no trabajaban- y colaboradora de múltiples causas sociales. Renunció a desarrollar sus talentos al cien por cien, pero fue una renuncia consciente de todo lo que ganaba al lado de Juan Ramón. Fue su elección, una opción muy alejada del papel tradicional de esposa de escritor anulada -y obnubilada- por la celebridad del marido.
En la presentación de Las republicanas "burguesas", la escritora Laura Freixas comentó con agudeza, que le sorprendía que Zenobia Camprubí no hubiera hecho autocrítica ni se lamentara ni un segundo de haber perdido quizás sus propias oportunidades por facilitar la creación de Juan Ramón.  Carmen Baroja, por el contrario, sí manifestó en sus memorias su malestar y hasta amargura por no haber podido dedicarse al arte y la literatura como sus hermanos varones. Pero sus trayectorias no son iguales. Zenobia no se lamentaba de su vida porque había intentado siempre vivirla plenamente. Carmen Baroja, por el contrario, hubiera querido vivir otra vida. Ahí residía la diferencia.
No obstante, no sería lógico dar la vuelta a la tortilla y convertir a Zenobia en un icono del feminismo y de la liberación de la mujer, y menos aún trasladar su modelo a estos tiempos. Fue una adelantada a su tiempo, sí, y su vida fue en cierto modo privilegiada, pero no es un modelo universal a seguir. No en nuestro tiempo.