domingo, 15 de diciembre de 2013

María Teresa León, veinticinco años después

Un trece de diciembre de hace veinticinco años, en 1988, se marchó de este mundo María Teresa León, aunque su memoria dulcificada por los años de entrega  a todo lo que amaba, ya se había ido. En su haber, dos obras magníficas:
"Doña Jimena de Vivar, señora de todos los deberes", y "Memoria de la melancolía". La primera, es un ensayo sobre la esposa del Cid Campeador, en la que María Teresa vierte su amor al Romancero y a la historia de España, como mujer culta y cultivada que fue. "Pensé en Doña Jimena, ese arquetipo de mi infancia, que yo había visto en San Pedro de Cardeña, de Burgos, tendida junto al señor de Vivar como su igual y tejí mis recuerdos de lecturas, de paisajes, de horas vividad para apoyar en Doña Jimena las mujeres que  iban pasando ante mis ojos", escribió León al hablar de esta obra exquisita.






Pero, además, en las décadas finales de su vida, en el exilio romano, escribió "Memoria de la melancolía", una retrospectiva de lo vivido por esta mujer fuerte de memoria débil que se esfumaba lentamente. Una obra cargada de emoción y belleza en la que esta niña bien y joven intrépida que fue María Teresa, la niña de belleza perfecta que retrató en verso Rosa Chacel, la joven mujer que se entregó a Alberti, a la literatura y quizás a algún amor excesivo como la militancia comunista, miraba hacia atrás y reconstruía en el texto lo qu esu memoria perdía. Todo ello por amor, con pasión, y por su debilidad por los débiles.


Evoqué a María Teresa León en un capítulo de "Mujeres de la posguerra" (Planeta, 2001. "Él va delante, Rafael no ha perdido nunca la luz", decía ella de su marido, Alberti. Ella, a veces en una penumbra voluntaria, mantiene la luz de sus palabras. Ya es hora de que sea recordada por ella misma.

viernes, 13 de diciembre de 2013

"Habíamos ganado la guerra"/ La burguesía catalana y el franquismo

Es triste, no aprendemos de la Historia. Que no se repite, pero que vuelve como drama o pesadilla cuando no se tiene memoria. España contra Cataluña (depende de qué España). Cataluña contra España (depende de qué Cataluña). Cansancio, repetición. "Cuánta, cuánta guerra" (M. Rodoreda). España contra Francia. Francia contra España. Cataluña contra Cataluña. El Exaimple contra las Ramblas. La vecina del cuarto contra la vecina de la entreplanta. El tendero de la esquina contra el hiper de enfrente. Los grandes cambios precisan de grandes diálogos: tienen su tiempo, no hay atajos. Pero lo que sorprende es que se reescriba la historia a capricho, o solo en parte, y se lancen los retos justo cuando hay democracia (aunque imperfecta), mientras que en tiempos no tan lejanos, cierta burguesía hincó la rodilla ante el dictador Franco para preservar estilo de vida y negocios.



Esther Tusquets en "Habíamos ganado la guerra" explica cómo las familias de abolengo catalanista prefirieron pagar el tributo al dictador antes que perder su bienestar. Buena parte de la burguesía aunó el fervor franquista con ciertas poses de modernidad (en las costumbres, no en el terreno socio-político) dentro de su privilegiado círculo de amistades, como refleja también Mercedes Salisach en "Una mujer llega al pueblo", novela que recoge la hipocresía moral de las clases altas.



Menos mal que Ana María Matute, como ya señalé en "Mujeres de la posguerra" (Planeta, 2002), escribió estremecedoras novelas sobre las funestas consecuencias de la Guerra Civil y sus detritus en una memorable trilogía y en la para mí imborrable "Los hijos muertos". Leer a Matute, si no se quiere leer historia directamente, es comprender que también perdimos la guerra. La perdió España, aunque una parte la ganara. Y por supuesto, la perdió Cataluña, aunque una vez inaugurada la victoria, prosiguieran la vida y los negocios, como si no pasara nada. Pero sí pasaba, en Barcelona, o en Badajoz. Lo que pasaba en Barcelona y el la calle Aribau, concretamente, lo contó Carmen Laforet en "Nada": locura, abatimiento, hambre, racionamiento, cinismo. Nada.



Lo mismo que pasaba en cualquier pueblo o barrio español. Carmen Laforet lo vivió en Barcelona y lo narró en Madrid, bien pegada a la estufa del Ateneo, porque en aquel entonces se pasaba frío. Las etapas de intrasigencia y delirio colectivo dan mucho frío.

martes, 26 de noviembre de 2013

Los múltiples espejos de Constancia de la Mora Maura

Sumario de Revista de Occidente (noviembre 2013, número 390):http://www.ortegaygasset.es/noticias/ampliada/986/revista-de-occidente-n--390---noviembre-2013

En este número publico un artículo sobre Constancia de la Mora, a quien ya biografié en "La roja y la falangista. Dos hermanas en la España del 36" (Planeta 2006).
                                                                 





domingo, 17 de noviembre de 2013

"El cuaderno dorado", libro de cabecera en los ochenta (siglo XX)

Lo primero que leí de ella fue "El cuaderno dorado". Un descubrimiento paralelo: su obra y lo que Doris Lessing representaba como sucesora de una saga no escrita de autoras, fuera Virginia Woolf, Marguerite Duras o Yorcenar.
No solo yo. Fue algo generacional. "El cuaderno dorado pasó a ser un icono". Y todos los demás libros de la autora en los que salía a flote la combativa y joven radical que había sido Doris Lessing en sus años de militante comunista; en sus años de mujer blanca que arriesgaba su vida en África para lograr un mundo más justo. Y luego, el proceso del doble desencanto personal/amoroso y político, lo que la llevó a abandonar la militancia y a denunciar el estalisnismo. "Al final de la tormenta", "Un hombre y dos mujeres" o "El último verano de Mrs. Brown" dan algunas pistas.
Después llegó la madurez, su consolidación como escritora, su traslado a Reino Unido... Pero siempre radical, siempre exigente, sin autocomplacencias. Y siempre austera, a pesar y más allá del Nobel.


(Doris Lessing ha muerto hoy, a los 94 años).



miércoles, 13 de noviembre de 2013

El narrador y el estilo: "Seda salvaje" /"Técnicas de iluminación"

Eloy Tizón es un excelente narrador, claro. Pero es también un orfebre de las palabras. Sus frases tienen música e intensidad. Puede ser exquisito o lacerante (o ambas cosas).Ya Conte dijo de él que era uno de los autores más originales, con una voz no solo propia sino única, o distinta. Y cualquier lector que le siga podría corroborarlo. Leí con placer "Seda salvaje" y ahora quiero adentrarme en "´Técnicas de iluminación", su última obra, un conjunto de cuentos en los que Tizón vuelve a sorprender con esa alianza radical que ha firmado con el lenguaje.

sábado, 9 de noviembre de 2013

Mejor hoy que mañana/ Nadine Gordimer

La última novela de Nadine Gordimer, "Mejor hoy que mañana", incita a recordar la coherencia de esta autora como escritora y ciudadana. No suele mezclar literatura y política, pero en ella ambas realidades cohabitan. De hecho ambas se retroalimentan. Como autora persigue la ficción, el párrafo claro y preciso. Como defensora de los derechos humanos, ha corrido riesgos y se ha involucrado en la denuncia de la segregación en el pasado y en la defensa de la democracia en Sudáfrica. En esta novela los personajes están sacados de la inmediata actualidad, aunque su vuelo y evolución sean obra de la escritora. Una de las ideas que subyace es que los perseguidos pueden imitar a sus perseguidores cuando su situación se invierte, un hecho común en las sociedades humanas y también en la surafricana. Estos días portada de suplementos culturales y El Cultural publica una entrevista en la que autora muestra su lucidez y su compromiso con la literatura y la vida. Adentrarse en su obra es compartir la doble sabiduría literaria y vital que esta escritora universal atesora.

martes, 5 de noviembre de 2013

"Sefarad", Narva, y el maestro Pinillos



José Luis Pinillos es uno de los padres de la psicología moderna en España, junto con Mariano Yela. Ambos tuvieron como maestro a José Germain, impulsor de la psicología experimental en España tras el desastre de la Guerra Civil. Germain, vicedirector de la Escuela de Psicología y Psicotecnia era el eslabón que unía a  los pioneros Gonzalo Rodríguez Lafora y Emilio Mira, condenados al exilio y al ostracismo, y los nuevos investigadores formados en la posguerra: Pinillos, Yela, Siguán...
José Luis Pinillos (1919-2013) nació en Bilbao en el seno de una familia conservadora y en su adolescencia quiso ser escritor. La Guerra Civil modificó estos primeros sueños. Tenía 17 años cuando estalló la contienda, algunos de sus familiares fueron atacados por las milicias populares y él combatió al lado de los insurgentes. Tras la guerra, estudió Filosofía en Zaragoza, pero el clima bélico de la época volvió a atraparle y se enroló en la División Azul. Calaron en él las llamadas de Serrano Súñer y otros dirigentes falangistas para combatir el comunismo y librar de sus garras “a Occidente y al Cristianismo”.
Antonio Muñoz Molina relató en Sefarad cómo aquel soldado español voluntario en la División Azul descubrió en la ciudad báltica de Narva las razones de la hostilidad y desconfianza de la población civil hacia los alemanes. Estando de permiso, en un acto social al que había sido invitado por militares alemanes, él bailó con una hermosa chica pelirroja y esta le confesó el miedo que sentían los vecinos por las atrocidades cometidas. Supo así de las sistemáticas matanzas a judíos y empezó a abrir los ojos. "Había diez mil judíos y solo quedan dos mil", le informó la joven mientras bailaban, vigilada por su amante y dueño, un hombre de negocios que solía quedarse a buen precio con los negocios de los prisioneros judíos y que se prestaba a que los militares lo pasaran bien y bailaran con su querida. La vida de ella misma pendía de un hilo, ya que era también judía, aunque de momento la protegiera aquel hombre.
Probablemente el joven Pinillos que volvió de Alemania no era ya el mismo voluntario que se marchó meses atrás. Nunca olvidaría, le contó a su compañero académico, Muñoz Molina, aquel baile, ni muchos menos a aquella hermosa pelirroja de la que no supo más. Décadas después, aprovechando su viaje a Leningrado para asistir a un Congreso de Psicología, logró acercarse a Narva. Allí estaba el edificio del baile. Ni rastro de ella, claro. Podía ser una anciana cualquiera, podía haber sido una víctima más en aquellos días de hielo y barbarie.
Al regreso de Alemania, Pinillos reanudó Filosofía en Madrid, terminó la carrera en 1946 y obtuvo el doctorado en 1949. Su primer impulso fue orientarse hacia la investigación y buscó horizontes entonces en la psicología. Con este objetivo, amplió estudios en el Psychologisches Institut de la Universidad de Bonn am Rhein en 1949 y fue becario en el departamento de Psicología del Maudsley Hospital de Londres entre 1951 y 1953. En Londres tuvo la oportunidad de estudiar psicología con Eysenck, uno de sus maestros decisivos.