viernes, 13 de diciembre de 2013

"Habíamos ganado la guerra"/ La burguesía catalana y el franquismo

Es triste, no aprendemos de la Historia. Que no se repite, pero que vuelve como drama o pesadilla cuando no se tiene memoria. España contra Cataluña (depende de qué España). Cataluña contra España (depende de qué Cataluña). Cansancio, repetición. "Cuánta, cuánta guerra" (M. Rodoreda). España contra Francia. Francia contra España. Cataluña contra Cataluña. El Exaimple contra las Ramblas. La vecina del cuarto contra la vecina de la entreplanta. El tendero de la esquina contra el hiper de enfrente. Los grandes cambios precisan de grandes diálogos: tienen su tiempo, no hay atajos. Pero lo que sorprende es que se reescriba la historia a capricho, o solo en parte, y se lancen los retos justo cuando hay democracia (aunque imperfecta), mientras que en tiempos no tan lejanos, cierta burguesía hincó la rodilla ante el dictador Franco para preservar estilo de vida y negocios.



Esther Tusquets en "Habíamos ganado la guerra" explica cómo las familias de abolengo catalanista prefirieron pagar el tributo al dictador antes que perder su bienestar. Buena parte de la burguesía aunó el fervor franquista con ciertas poses de modernidad (en las costumbres, no en el terreno socio-político) dentro de su privilegiado círculo de amistades, como refleja también Mercedes Salisach en "Una mujer llega al pueblo", novela que recoge la hipocresía moral de las clases altas.



Menos mal que Ana María Matute, como ya señalé en "Mujeres de la posguerra" (Planeta, 2002), escribió estremecedoras novelas sobre las funestas consecuencias de la Guerra Civil y sus detritus en una memorable trilogía y en la para mí imborrable "Los hijos muertos". Leer a Matute, si no se quiere leer historia directamente, es comprender que también perdimos la guerra. La perdió España, aunque una parte la ganara. Y por supuesto, la perdió Cataluña, aunque una vez inaugurada la victoria, prosiguieran la vida y los negocios, como si no pasara nada. Pero sí pasaba, en Barcelona, o en Badajoz. Lo que pasaba en Barcelona y el la calle Aribau, concretamente, lo contó Carmen Laforet en "Nada": locura, abatimiento, hambre, racionamiento, cinismo. Nada.



Lo mismo que pasaba en cualquier pueblo o barrio español. Carmen Laforet lo vivió en Barcelona y lo narró en Madrid, bien pegada a la estufa del Ateneo, porque en aquel entonces se pasaba frío. Las etapas de intrasigencia y delirio colectivo dan mucho frío.