Tan importante como la literatura. O más importane que la literatura.
Hace unos días leí en un periódico la historia de una abuela, Dolores, que criaba a sus muchos nietos porque sus hijos, los padres de esos nietos, habían caído en diferentes trampas vitales, algunos en las de la misma muerte. Dolores me parece de entrada más útil e interesante que los que dan lecciones (teóricas) de moral venga o no a cuento. Dolores tiene una nieta en el umbral de la adolescencia que acude al colegio con mucho interés. Y a pesar de que su abuela no tiene dinero, siempre acaba yendo a las excursiones escolares: una maestra le suele dar los diez euros necesarios. Siento una enorme simpatía por la nieta de Dolores y por la maestra. A mí me gustaría que esta adolescente lograra amueblar aún más esa despejada cabeza que ya tiene. A la maestra sólo puedo desearla voz y ganas para que enseñe muchos años en ese colegio o en cualquier otro.
Siempre me ha gustado el periodismo de tipo humano que no cae en el amarillismo ni en la sensiblería. La historia de Dolores bien lo merecía