El lunes asistí a un sugestivo encuentro entre dos figuras de la literatura y la sociología, el escritor y premio Cervantes Jorge Edwars y el ensayista Gilles Lipovetsky. autor de "La era del vacío", en el Espacio Telefónica y promovido por la Fundación Chile-España y el Instituto Francés. Moderó la escritora Lourdes Ventura.
El objetivo era fomentar el diálogo entre Edwars, reciente autor de una novela editada por Lumen, "El descubrimiento de la pintura" y Lipovetsky, que acaba de publicar en Francia un último ensayo sobre la progresiva estetización del mundo que se editará en fechas próximas en España.
Un paso más en su análisis sobre la sociedad hipermoderna de nuestros días.
http://mediateca.siremedia.net/ft/visor.asp?tx-s1-hestetica-v1_768_432
miércoles, 23 de octubre de 2013
sábado, 19 de octubre de 2013
El llanto de Dora Maar
Hace tiempo que me interesa la figura de Dora Maar. Como fotógrafa, como amante de Picasso y, sobre todo, como colaboradora (casi) esencial en la génesis y difusión del Guernica. Dora Maar fotografió paso a paso la creación del cuadro que las autoridades de la II República española encargaron al pintor malagueño. Y, además, sus ojos están presentes, multiplicados, en muchas de las figuras dolientes y desgarradas del Guernica. Su llanto es el llanto de Dora Maar.
Acabo de publicar su semblanza en la revista CLARÍN (Oviedo), en el número 107, correspondiente a septiembre-octubre.
En un año en que se ha hablado de hacer una película sobre el Guernica (de momento paralizada), un documental en el que no podía faltar su evocación. Y en el que ha aparecido en Circe una biografía sobre la fotógrafa elaborada por la crítica de arte Victoria Combalía. Una puesta en día de datos y noticias sobre Dora Maar que se suma a los estudios ya publicados, entre ellos un volumen bien ilustrado publicado en Destino.
Acabo de publicar su semblanza en la revista CLARÍN (Oviedo), en el número 107, correspondiente a septiembre-octubre.
En un año en que se ha hablado de hacer una película sobre el Guernica (de momento paralizada), un documental en el que no podía faltar su evocación. Y en el que ha aparecido en Circe una biografía sobre la fotógrafa elaborada por la crítica de arte Victoria Combalía. Una puesta en día de datos y noticias sobre Dora Maar que se suma a los estudios ya publicados, entre ellos un volumen bien ilustrado publicado en Destino.
viernes, 4 de octubre de 2013
Ángeles Santos, la pintora de las metamorfosis
Se asomó a la pintura con una fuerza inusual en una apacible joven de 18 años, con más pasión de la que solía dedicar a la vida. Sus primeros cuadros revolucionaron el universo pictórico por su precodidad y brío: "Un mundo", "Tertulia"... Ramón Gómez de la Serna fue a visitarla a Valladolid, donde vivía con sus padres; los poetas de la generación del 27 querían conocerla. Ella se movía entre las vanguardias, influida por el surrealismo y el expresionismo, pero su cabeza iba más lejos: soñaba y se enredaba en extrañas historias que no tenían puntos de encuentro con su papel de hija dócil en su vida diaria. Aquello era demasiado y su padre decidió internarla en un sanatorio para que se aquietara. Al salir de la clínica la joven se había reconciliado algo con la vida que tenía que vivir, la vida de una chica de clase media de la época: moderna sí, y pintora, pero sin las extravagancias iniciales ni la fuerza provocativa de su compañera de generación Maruja Mallo.
Después vino la Guerra Civil y aquella pintora que navegaba entre el surrealismo y el realismo mágico enmudeció. Se había casado con un pintor, tenía un hijo y sobrevivió en los años oscuros del franquismo. Todo era pintura en su vida y a la vez ella no pintaba en esos años. Silencio. En el último tercio del siglo XX renació, pero era otra: de los trazos duros y negros había pasado a la dulzura de los paisajes. Sobrevivió a todos los artistas de su generación. Acaba de fallecer.
Publiqué una semblanza de Ángeles Santos en la revista de Nueva literatura CLARÍN ("Ángeles Santos, la huida del surrealismo". número 98, marzo-abril de 2012) y escribí también un post sobre ella en el blog Mujeres de EL PAÍS. Como algunos otros artistas, empezó desde arriba y fue perdiendo su identidad inicial con los años. Llegó a la meta en poco tiempo, interrumpió su marcha e hizo el camino de vuelta antes de recorrerlo.
Así escribió sobre ella Juan Ramón Jiménez: "Alguno se acerca curioso a un lienzo y mira por un ojo y ve a Ángeles Santos corriendo gris y descalza orilla del río. Se pone hojas verdes en los ojos, le tira agua al sol, carbón a la luna. Huye, viene, va. De pronto, sus ojos se ponen en los ojos de las máscaras pegados a los nuestros. Y mira, la miramos. Mira sin saber a quién. La miramos. Mira".
Después vino la Guerra Civil y aquella pintora que navegaba entre el surrealismo y el realismo mágico enmudeció. Se había casado con un pintor, tenía un hijo y sobrevivió en los años oscuros del franquismo. Todo era pintura en su vida y a la vez ella no pintaba en esos años. Silencio. En el último tercio del siglo XX renació, pero era otra: de los trazos duros y negros había pasado a la dulzura de los paisajes. Sobrevivió a todos los artistas de su generación. Acaba de fallecer.
Publiqué una semblanza de Ángeles Santos en la revista de Nueva literatura CLARÍN ("Ángeles Santos, la huida del surrealismo". número 98, marzo-abril de 2012) y escribí también un post sobre ella en el blog Mujeres de EL PAÍS. Como algunos otros artistas, empezó desde arriba y fue perdiendo su identidad inicial con los años. Llegó a la meta en poco tiempo, interrumpió su marcha e hizo el camino de vuelta antes de recorrerlo.
Así escribió sobre ella Juan Ramón Jiménez: "Alguno se acerca curioso a un lienzo y mira por un ojo y ve a Ángeles Santos corriendo gris y descalza orilla del río. Se pone hojas verdes en los ojos, le tira agua al sol, carbón a la luna. Huye, viene, va. De pronto, sus ojos se ponen en los ojos de las máscaras pegados a los nuestros. Y mira, la miramos. Mira sin saber a quién. La miramos. Mira".
viernes, 27 de septiembre de 2013
La lengua y la palabra
Trescientos años de historia, la de la Real Academia Española, se exponen ahora con visión de conjunto en la Biblioteca Nacional. La comisaria de la muestra, Carmen Iglesias, académica, no ha dejado de lado a las mujeres notables que llamaron a la puerta de la RAE (Gertrudis Gómez de Avellaneda, Emilia Pardo Bazán)
y fueron rechazadas por su condición de mujeres.
Tampoco deja fuera a la primera que aun siendo invitada a presentarse, no obtuvo votos suficientes, como María Moliner.
Su diccionario (Diccionario de Uso del español) aparece integrado en la exposición. "Mi obra es limpiamente el Diccionario", afirmó la lexicógrafa presentarse a la RAE, en 1972. Tenía otros muchos méritos, pero consideró que el Diccionario justificaba su vida y el derecho a un sillón de la Docta Casa. En la muestra aparecen también obras pictóricas, algunas de ellas de Zuloaga y Madrazo, que reflejan el mundo intelectual y académica de diferentes épocas.
y fueron rechazadas por su condición de mujeres.
Tampoco deja fuera a la primera que aun siendo invitada a presentarse, no obtuvo votos suficientes, como María Moliner.
Su diccionario (Diccionario de Uso del español) aparece integrado en la exposición. "Mi obra es limpiamente el Diccionario", afirmó la lexicógrafa presentarse a la RAE, en 1972. Tenía otros muchos méritos, pero consideró que el Diccionario justificaba su vida y el derecho a un sillón de la Docta Casa. En la muestra aparecen también obras pictóricas, algunas de ellas de Zuloaga y Madrazo, que reflejan el mundo intelectual y académica de diferentes épocas.
domingo, 8 de septiembre de 2013
Recordando a Constancia de la Mora/ Elegía de Pablo Neruda
Ordenando fichas y papeles, he vuelto a leer la Elegía de Pablo Neruda a la muerte de Constancia de la Mora. Un texto emotivo e improvisado que retrata a esta nieta de Antonio Maura que renunció a su abolengo para encontrar su camino y su libertad. No era demasiado simpática, quizás fuera en algún momento algo fanática, pero tenía "allure". Y nadie negará que fue generosa y vivió libre de toda conveniencia. Su muerte en accidente de tráfico a los 44 años fue trágica, como los personajes de leyenda.
“Constancia, tu partida
nos ha caído en medio del corazón y en medio de nosotros como un rayo negro o
como una sombra terrible. Eras tan alta como una torre, se divisó tu estirpe
desde todos los puntos de la tierra española, entre tanta sangre y tanta
alegría, y luego, en México, sobresalías de la tierra purpúrea y desde lejos,
al torcer la encrucijada de Tres Marías ya te veíamos, ya divisábamos tu
hermosa estatura morena”.
El golpe de la guerra aventó lo mejor de
España hacia otros mares, y nuestras tierras, separadas por el océano, se
unieron, recibiendo a los que, como tú, eran al mismo tiempo liberadores de la
vieja patria y esencias de nuestras tierras de espacio y libertad.
Fuiste personal como nadie, pero fuiste
también disciplinada guerrera, fibra de un gran combate colectivo. Como una
alta llamarada, sentías de pronto el viento de la vida derribar tu lumbre, pero
de nuevo, con el nuevo día, te elevabas y resplandecías.
Lo bueno es recordarte como eras, como una
gran mortal, como una gran humana, capaz de la alegría y de la cólera, y tierna
también, digna de todas las canciones que amabas. Nosotros, los que en América
te recibimos, te conocimos y te amamos, no podemos sino pensar que sobrevives.
Sobrevives en tu libro, en que te retratas y retratas una época con dibujo
imborrable. Sobrevives en la lucha de tu pueblo y en la victoria que le aguarda.
Nosotros, en tu memoria, amiga amada, sostendremos y ayudaremos a los pueblos
de España, sin desmayo, sin pensar que jamás estén vencidos, y al hacerlo,
creemos que ésta es tu única herencia, herencia que repartiremos entre nosotros
cantando”(‘Elegía de P. Neruda’, Acapantzingo, Cuernavaca, 1 de febrero de 1950)
sábado, 10 de agosto de 2013
Las sorpresas del verano
Todo lector tiene su orden particular en su propia biblioteca. Puede quesus libros no estén clasificados de forma racional, pero sabe lo que le gusta, lo que recomendaría o lo que no se puede perder. En ese esquema entran a veces de forma subrepticia algunos ejemplares extraños: libros por los que sintió cierta curiosidad, pero no mucha; obras que le regalaron quienes quizás no le conocían bien, o incluso títulos que llegaron a sus manos por razones profesionales. Al final, hay un sector de libros que queremos leer algún día, tal vez, si se tiene tiempo. Y si no se leen, no importa. Pero sí, hay muchos libros que merecen ser leídos, aunque no entren en nuestro canon personal. Y el verano propicia esos descubrimientos o redescubrimientos. Total, no estamos seguros si vamos a leer mucho o poco, y a veces entre los libros que sí queremos leer metemos alguno que no estamos seguro de si tendremos tiempo de abrirlo. La sorpresa es cuando llegas a ese libro que estás leyendo por un escaso margen de probabilidad y llegas a la última pagina. Qué bien.
domingo, 14 de julio de 2013
El regreso de Hannah Arentd
Pocos ignoran que Hannah Arendt estudió a fondo la banalidad del mal y acuñó el propio concepto (Eichmann en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal), pero se conoce menos el proceso que le llevó a cimentar su teoría. La filósofa judía (Alemania, 1906-Nueva York, 1975), exiliada en Estados Unidos, se planteó asistir en 1961 al juicio contra el criminal nazi Adolf Eichman que iba a celebrarse en Jesrusalen. Había sido descubierto e interceptado por agentes israelíes en Buenos Aires, donde se escondía de la justicia, y llevado a Jerusalén para juzgarle. La filósofa se ofreció al New York Times para seguir el juicio y escribir sus reflexiones, pero esta experiencia iba a transformar algunas de sus tesis y creencias más profundas. Arendt ya había publicado en 1951 "Los orígenes del totalitarismo", en el que analizaba los rasgos comunes que compartían el nazismo y el comunismo estalinista. Terreno pantanoso en esos momentos, ya que, si bien el enfoque se centraba en las miserias del totalitarismo, poner en la misma balanza ambos extremismos abonó la polémica.
Ahora, una película sobre la filósofa dirigida por Margarethe von Trotta recoge la trayectoria de Arendt y los años cruciales en los que publicó su alegato sobre los estragos causados por banalidad del mal.
Lo que encontró en el juicio a Eichman fue más valioso que lo que esperaba hallar, o en todo caso distinto. Cierto, el reo era el autor de crímenes horrendos, pero era a la vez un personaje mediocre, incapaz de pensar, servil, mimético: habia asumido las órdenes de sus superiores como si eso le eximiera de cualquier responsabilidad personal. Encarnaba el mal, pero de forma banal. No tenía excusa, pero las circunstancias que rodeaban a aquel pobre diablo, su vacío moral e intelectual, le dieron pie para desarrollar su teoría con lentera ibertad. Los lectores neoyorkinos, las autoridades israelíes y sobre todo sus amigos judíos interpretaron sus tesis como una provocación no exenta de traición. Un proceso doloroso que obligó a Arendt a explicar sus tesis en el ámbito universitario, despejando cualquier duda de ambigüedad: condenaba igualmente a Eichman y a los nazis, cómo no, pero ponía el acento no en una maldad intrínseca, sino banal. Esa banalidad, esa debilidad intelectual y social era el marco en el que habían arraigado las perversas consignas nazis que propiciaron la solución final contra judíos y gitanos.
Ver esta película que protagoniza Barbara Sukowa permite tocar la valentía personal y la libertad de conciencia de una pensadora que inició su andadura como discípula predilecta (y amante) de Martin Heidegger y que vivió el desconsuelo de huir de su país (y de un maestro que la decepcionó por su connivencia con el nazismo).
Ahora, una película sobre la filósofa dirigida por Margarethe von Trotta recoge la trayectoria de Arendt y los años cruciales en los que publicó su alegato sobre los estragos causados por banalidad del mal.
Lo que encontró en el juicio a Eichman fue más valioso que lo que esperaba hallar, o en todo caso distinto. Cierto, el reo era el autor de crímenes horrendos, pero era a la vez un personaje mediocre, incapaz de pensar, servil, mimético: habia asumido las órdenes de sus superiores como si eso le eximiera de cualquier responsabilidad personal. Encarnaba el mal, pero de forma banal. No tenía excusa, pero las circunstancias que rodeaban a aquel pobre diablo, su vacío moral e intelectual, le dieron pie para desarrollar su teoría con lentera ibertad. Los lectores neoyorkinos, las autoridades israelíes y sobre todo sus amigos judíos interpretaron sus tesis como una provocación no exenta de traición. Un proceso doloroso que obligó a Arendt a explicar sus tesis en el ámbito universitario, despejando cualquier duda de ambigüedad: condenaba igualmente a Eichman y a los nazis, cómo no, pero ponía el acento no en una maldad intrínseca, sino banal. Esa banalidad, esa debilidad intelectual y social era el marco en el que habían arraigado las perversas consignas nazis que propiciaron la solución final contra judíos y gitanos.
Ver esta película que protagoniza Barbara Sukowa permite tocar la valentía personal y la libertad de conciencia de una pensadora que inició su andadura como discípula predilecta (y amante) de Martin Heidegger y que vivió el desconsuelo de huir de su país (y de un maestro que la decepcionó por su connivencia con el nazismo).
Por encima de cualquier conveniencia personal, esta mujer que se había refugiado en Francia y que tras la ocupación emigró a Estados Unidos, optó por defender lo que pensaba y no tanto lo que sentía. La honradez intelectual como principio, el escepticismo como cautela. Es lo que transmite este filme que anima a redescubrir el pensamiento de esta filósofa casi contemporánea.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)