viernes, 27 de marzo de 2009

Del humilde preservativo a la necesidad de seguir leyendo y soñando

Lo peor de la campaña de los obispos sobre la modificación de la ley del aborto no es que el lince elegido para la imagen sea extranjero, ni que transforme un tema de conciencia como es el aborto en un debate sobre el mismo aborto dentro de la legislación civil... Lo peor de la campaña de los obispos es que no sirve absolutamente para nada. No sirve para que haya menos abortos, pues sólo llega a los que ya están convencidos. Y de lo que se trata es de que la ley que salga de esta legislatura sea lo más garantista para la mujer desde el punto de vista legal, lo que no implica que incite a abortar a quien no quiera.

Parece claro que el número de abortos crece en nuestro país a un ritmo insoportable. Y aunque no fuera así. Muchos o pocos me preocupa que no se eviten algunos perfectamente evitables. Y los obispos no ayudan a que bajen, porque meten en el mismo baremo lo importante y lo secundario. Tampoco respetan el derecho a una sexualidad responsable. Condenar el uso del preservativo en África es un suicidio. Porque ¿qué es un preservativo? Algo poco glamouroso, poco interesante en sí que, sin embargo, preserva del contagio y evita que éste se multiplique. Decir que un preservativo impulsa la promiscuidad es desconocer que los que son promiscuos lo serán con preservativo y sin él (más bien esto último) y los que no lo son, usarán el preservativo como un ejercicio de responsabilidad. Los que saben que están enfermos y no usan un preservativo en sus relaciones, ¿son tal vez un ejemplo moral, aunque no sean promiscuos? ¿No hay ya bastantes problemas en la sociedad y en la humanidad para inventarse otros sin ningún sentido?
Y volviendo al aborto. ¿Sería mejor que no hubiera ley y que las que abortan lo hicieran en las atroces condiciones de la clandestinidad? ¿Consideran los antiabortistas ejemplar la conducta de esa mujer que no abortó, mantuvo a escondidas su embarazo por temor o vergüenza y tras dar luz escondió al hijo ya parido en una bolsa de plástico en su armario? Un niño, además, que ha muerto, según se ha sabido estos días. No podemos ponernos en la cabeza de esta mujer, ni saber qué pretendía. En cualquier caso la ley del aborto si está para algo es para evitar los abortos clandestinos o las muertes accidentales de niños nacidos y no siempre deseados.
Que haya una ley no impide que se eduque a los adolescentes para que no se llegue al aborto y ahí los grupos católicos sí que podrían hacer una labor si a la vez reconocieran que la anticoncepción es un camino válido. Porque ¿cómo decir que los niños no nacidos no están lo bastante protegidos y dejar en el camino tantos niños ya nacidos que siguen anclados en la pobreza y el hambre? ¿Cómo se puede insistir en que el aborto es un drama para la mujer y a la vez ofender a esa hipotética mujer que abortó llamándola terroristas con imágenes de fetos que por dignidad ya que no por piedad deberían estar fuera del debate. Y es que siempre he pensado que la falta de compasión, sea religiosa o laica, implica una deshumanización, un retroceso, una implicita reivindicación del fin justifica los medios. Lo que viene a ser como decir "yo reivindico tal cosa, porque creo en ello, porque tengo derecho, etcétera, y para eso uso el todo vale. Pues no, no todo vale.



Hace muchos años, mujeres ilustradas como Carmen de Burgos, Emilia Pardo Bazán, Zenobia Camprubí o Constancia de la Mora lucharon por las libertades y por la dignidad de la mujer. No importa el tiempo transcurrido. La igualdad está aún lejos. Hay que seguir combatiendo. Hay que seguir leyendo. Éste último es un camino lento, pero seguro.