¿Qué pasó para que quien iba a ser un rascacielos se quedara sin ganas de escalar? Al padre de la señorita bien que era Ángeles Santos, el exceso de creatividad mental y pictórica de su hija le preocupaba y decidió su ingreso temporal en una clínica para que se sosegara. El sosiego llegó de la mano de la renuncia. Ya no pintaría temas perturbadores y abandonaría los sueños enmarañados del surrealismo. Tampoco volvería a pintar un cuadro tan maravilloso, sugerente e intemporal como Tertulia, ahora en el Museo Nacional Reina Sofía. Y por si fuera poco, por si el pacto familiar que la empujaba a la serenidad, o mejor aún, a la quietud, no hubiera hecho suficiente efecto, vino después el desastre colectivo: el golpe del 36 y la Guerra Civil. Y en lo personal los años de separación de su marido, que permaneció en Francia mientras ella volvió a España cerca de su familia. ¿Qué fue de aquella pintura? Intervalos de silencio seguidos de pintura ornamental y acomodaticia. No pudo ser un rascacielos. O aquella idea se frustró o no recordó que lo había deseado alguna vez.
Arriba "Tertulia". Sobre estas líneas, "Autorretrato"