sábado, 1 de junio de 2013

La estela de Dionisio Ridruejo

La estela de Dionisio Ridruejo reaparece esta primavera en dos libros, una biografía de Manuel Penella (que había escrito ya una anterior versión ahora corregida) y una novela, "Gritad concordia", de Rafael Fraguas, inspirada en su figura. De entrada, Ridruejo parece un personaje de otra época, alguien alejado de nuestro tiempo. Y sin embargo, su carisma, osadía y sentido de la libertad, hacen de él una figura atractiva, en parte enigmática y profundamente contemporánea. Me adentré en su trayectoria para escribir las biografías cruzadas de Constancia de la Mora Maura y su hermana Marichu (La roja y la falangista. Dos hermanas en la España del 36, Planeta, 2006). Mi interés por Constancia de la Mora, republicana, comunista y exiliada, me había llevado a escribir esta doble biografía en la que su hermana Marichu representaba el polo opuesto, todo lo que la autora de "Doble esplendor" aborrecía. Sin embargo, en el terreno humano, Marichu de la Mora no carecía de interés y en la segunda mitad de su vida, convertida en periodista de moda (tras dirigir la revista Y, editada por la Sección Femenina), se reconstruyó a si misma como una mujer seductora y moderna. Y naturalmente, de Marichu fui a Ridruejo.
Poeta apasionado, Dionisio Ridruejo sufrió en su juventud el mismo espejismo que llevó a parte de su círculo de amigos a adoptar posturas extremas en política: venía de una familia castellana acomodada, no se identificaba con la derecha conservadora y se sintió fascinado por la retórica  de José Antonio Primo de Rivera. Al igual que Marichu, aunque esta de un modo más intenso. En los años previos al golpe militar contra la Segunda República y la feroz Guerra Civil a la que condujo aquel, los tres (Marichu, José Antonio y Ridruejo) se hicieron inseparables. Tras la detención y encarcelamiento del líder, Marichu, a la que José Antonio denominaba "mi señorita Kant", no dejó de escribirle -y de esperar las cartas que él le enviaba desde la cárcel-. Al morir Primo de Rivera, estas cartas y otras muchas confidencias abonaron una amistad muy especial entre Ridruejo y Marichu de la Mora, al borde de la depresión tras la pérdida de su líder y amigo. Pero tan entregada a la causa que se convirtió en la inseparable colaboradora de Pilar Primo de Rivera durante la contienda y los primeros años de la Victoria. Para el poeta, Marichu pasó a ser Aurea, el amor que alimentó sus poemas (Ver Primer libro de amor) antes de partir a la División Azul. Porque la gran odisea de Ridruejo fue marcharse a Alemania imbuido de ideas fascistas y de deseos delirantes de volver como un héroe y comprender en el abismo de las noches cuajadas de nieve que allí no estaba el honor, sino el drama, el genocidio y la consiguiente catarsis. La fiebre y la enfermedad lo devolvieron a España con aureola de héroe, pero regresaba decepcionado hasta la médula. Abandonó sus cargos, escribió a Franco criticando su política con insolencia y el dictador lo desterró a Ronda. Ridruejo renunció en ese momento a todo, incluido el porvenir que le esperaba en aquella dictadura que había contribuido a traer y a sustentar en sus inicios. Ahí empezó su travesía del desierto que le llevaría a la democracia. Demócrata antes de que llegara en efecto la democracia a España, Ridruejo simboliza el coraje de cambiar, la fuerza para enmendar las equivocaciones. Mitad poeta y político, el siglo XX se lo llevó y -aunque nunca se fue del todo para sus seguidores- ha reaparecido esta primavera.
   


En "Casí unas memorias" y en "Los cuadernos de Rusia", vemos a un Ridruejo desmitificador que ajusta cuentas con sus emociones y su tiempo. Un tiempo convulso que conviene tener presente para no olvidar que la historia no se repite, pero
se asemeja.