sábado, 27 de julio de 2024

Margarita Nelken, las claves que la avalan como traductora de Franz Kafka en 1925


 En 1925, Revista de Occidente publicó la traducción de La metamorfosis en castellano. Sin firma del traductor, algo en lo que apenas repararon entonces. Lo relevante es que un año después de la muerte del escritor, llegaba la primera traducción en castellano. Un hito literario. Ya se ha contado que se atribuyó la traducción a Jorge Luis Borges, pero su versión, que incluye además unos cuentos, es de 1938. O a Ramón María Tenreiro, habitual traductor de alemán. Pero no el único. Aunque en la traducción de 1925 se encuentran giros estilísticos que pudieran ser de Tenreiro, otros especialistas, como la catedrática Elisa Martínez Salazar, consideran que eran expresiones propias de la época que no excluyen a Nelken como traductora, y más cuando ella misma se atribuye en 1964  esta traducción en su currículo. 



No solo ella. Otros estudiosos han escrito sobre el tema. Trinidad Barbero, en su tesis sobre Nelken, señala que el filósofo Manuel García Morente, habitual traductor de pensadores alemanes al español, encargó a Nelken la versión castellana de La metamorfosis. Aunque queda por saber si lo tradujo directamente del alemán o cotejó también la versión en lengua francesa (titulada La metamorphose). La germanista Cristina Pestaña, analizó la segunda versión de La metamorfosis publicada en 1945 en la editorial de Revista de Occidente, la indagación la llevó a la primera de 1925. Comparándolas, escribió un artículo en 1999 que la condujo a poner en el mapa a Nelken. La investigadora Josebe Martínez también había tratado este asunto. 

Todos los caminos llevan a Margarita Nelken, la gran crítica y erudita de arte con obra literaria y social que incluye traducciones y biografías. Viajera, cosmopolita, exiliada, además de haber ido tres veces diputada durante la Segunda República.  




sábado, 13 de julio de 2024

Margarita Nelken, primera embajadora [y muy probable traductora] de La Metamorfosis de Kafka en castellano

Margarita Nelken, brillante crítica de arte, articulista y escritora precoz y prolífica, tradujo la versión al castellano de La metamorfosis de Kafka publicada en 1925 en Revista de Occidente. La traducción no llevaba firma. Este vacío ha llevado muy lejos las especulaciones sobre la identidad del traductor, a pesar de que estaba muy cerca. Cosmopolita, políglota, traductora de otras obras del alemán, lengua que conocía, Margarita Nelken, hija de padres y antepasados judíos y muy atenta a lo que sucedía en Centroeuropa, era una candidata idónea. Pero a la hora de atribuir la autoría de la traducción, los especialistas la obviaron y llegaron a adjudicarla primero a Jorge Luis Borges -que al ser preguntado lo negó- y luego a Ramón María Tenreiro. En este caso por dos razones: por ser traductor de alemán y haber sido el primer reseñista de Kafka en Revista de Occidente. Muy plausible, pero no verificado. 

Cuando publiqué mi último libro de biografías "Inspiración y talento. Dieciséis mujeres del siglo XX" (Punto de Vista Editores, 2020), incluí a Margarita Nelken. En las páginas que le dediqué aludí a este asunto de forma concisa, pero de acuerdo con la documentación manejada, escribí que tradujo la versión en castellano de La metamorfosis publicada en  Revista de Occidente. 




Hace unos días asistí a la presentación del reciente número de Revista de Occidente dedicado a Kafka en la Fundación Ortega-Marañón,  En las paredes de la sala de exposiciones de esta institución aparecían las portadas de esta revista emblemática correspondientes a su segunda época (desde los años sesenta) y fotos de algunos de sus principales colaboradores de la primera época. Entre ellos Rosa Chacel, García Lorca, María Zambrano o José Gaos. Rodeados de las imágenes de algunos de los principales creadores de la Edad de la Plata transcurría la presentación cuando el profesor Fernando Castro Flórez sacó a la luz la relación de Nelken y La metamorfosis. Sus palabras resonaron en mis oídos. Aunque se haya dado por hecho que el traductor fue Ramón María Tenreiro en algún momento se tendrá que aceptar que hay pruebas que acreditan la autoría de Margarita Nelken. Ella misma se la atribuyó en una carta en la que desarrollaba su currículo. 

La profesora de la Universidad de Zaragoza Elisa Martínez Salazar ha estudiado a fondo el asunto y es contundente. Los hechos avalan a Nelken. Recientemente Martínez Salazar ha publicado un texto en este sentido en Letras Libres. No será el último. Muy pronto, Revista de Occidente tendrá en cuenta sus tesis y cotejará en sus páginas los argumentos a favor de Tenreiro a día de hoy y los que avalan a Nelken, figura poliédrica e incansable a la que se le acabará haciendo justicia, es de esperar, en esta pequeña pero no por ello menor parcela de su variada producción.



                 

martes, 9 de julio de 2024

"Blancura" y "De bestias y aves": Dos alegorías, una luz enigmática y un final oscuro

Leí hace más de un año "De bestias y aves", de Pilar Adón, una novela compleja, alegórica, en la frontera de lo real y lo irreal. El personaje central que vive o sueña la trama parte de una situación que parece cotidiana, alejarse en su propio coche de un hábitat que le resulta incómodo o la altera a un mundo desconocido, inesperado, incontrolable y confuso. Es el azar, en apariencia, quien la lleva, tras perderse, a un lugar aislado sin salida en el que, al pedir ayuda para dar la vuelta al coche, se tropieza con unas extrañas mujeres que la arrastran a una atmósfera asfixiante e incomprensible. No se sabe si funcionan como una secta o una colmena, pero se sentirá presa en este mundo paralelo al que conoce con una organización jerárquica y una arquitectura inquietante al que no podrá o sabrá oponerse. 


Hace muy poco he leído el relato o novela corta "Blancura", de Jon Fosse y, siendo muy diferente, su comienzo me ha recordado a la novela de Pilar Adón. Solo en el comienzo. El arranque es muy similar: un hombre del que apenas se sabe nada, pero que vive solo, siente el peso del aburrimiento o la soledad y decide conducir su coche sin rumbo fijo. Atraviesa una carretera y vislumbra algunas casas pero gira en función del azar del momento, sin buscar nada. Hasta que llega a una calle inhóspita y sin salida en el que el coche se cala y se  pega al terreno y no puede moverlo. Aquí no hay nadie alrededor. De frente solo está la entrada a un bosque aún más aislado. La otra alternativa, deshacer el camino andando hasta pedir ayuda para mover al coche, le parece poco práctica, pues no sabe la distancia a recorrer hasta dar con la carretera principal o con las escasas viviendas que recuerda. Se pone a nevar, además, y la atmósfera se oscurece. En el coche hay calefacción pero el dilema de buscar una salida le lleva a salir e internarse en el bosque enmarañado. 

Supongo que no serán los únicos autores que han partido de esta situación cotidiana y sin ningún atisbo inicial inquietante (dar vueltas con el coche como distracción o evasión) para caer en el sinsentido y en el agujero oscuro de la noche y la fragilidad, hasta rozar la pesadilla. A partir de este comienzo, el desarrollo de "Blancura" y "De bestias y aves" no puede ser más diferente. En "Blancura", es el monólogo interior del personaje principal y prácticamente único, el que lleva el peso de la narración. De un modo enigmático, el protagonista acepta mimetizarse con el bosque y a pesar de su oscuridad y de que tal vez más que una opción haya elegido la nada, el vacío o la soledad desnuda descubre una luz resplandeciente, poética, ineludible. Vuelve a su infancia, a la evocación de sus padres, que vislumbra como criaturas reales o simbólicas, y se dirige a su destino. Es la historia de una transición o una mudanza a lo desconocido, a una mudanza de vida que dada su brevedad permite al lector acompañarlo en ese viaje, quizás final.

Más capas y claves tiene "De bestias y aves". El recuerdo de su hermana fallecida y el remordimiento termina siendo el único eslabón que mueve a la protagonista a sobrevivir en ese mundo absurdo al que le llevó su coche y en el que no ve más salida que camuflarse con la naturaleza, viva o muerta.




martes, 21 de mayo de 2024

Los años de María Moliner en Murcia

María Moliner vivió en Murcia desde 1924 a 1929. Fue su segundo destino, esta vez en un paisaje amable meridional tras el primero, en el inexpugnable Archivo de Simancas. No solo trabajó como funcionaria en el Archivo de Hacienda de Murcia, sino que siguió el hilo de su vocación pedagógica y se convirtió en profesora ayudante de Filosofía y Letras: fue la primera mujer que entró en la Universidad de Murcia como docente. En Murcia se celebra estos días el X Congreso de Lexicografía hispánica y sus organizadores recordarán en una mesa redonda que María Moliner llegó a 



esta capital y


recorrió sus calles y aulas hace cien años.  

lunes, 2 de enero de 2023

Un inesperado regalo desde el exquisito y Reino de Redonda (En memoria de Javier Marías)





No pensaba contarlo ahora, sino escribir de ello más adelante, o en un registro distinto, en otro contexto. Apuntaré solo que la semana pasada recibí un regalo que no esperaba de manos de una persona que apenas conocía y que me hizo sentir por unos momentos afortunada. Cuando aparecen en una una misma frase lo inesperado con la idea de obsequio o dádiva, la sorpresa suele ser doble. Todo empezó en vísperas de Navidad, en la tarde del 19 de diciembre, cuando una amiga que vive por el centro de Madrid, en las cercanías de la calle Mayor, me telefoneó. No pude contestar la llamada porque me encontraba en la presentación del libro Alma, nostalgia, armonía y otros relatos sobre las palabras, escrito por la escritora y académica Soledad Puértolas y la filóloga Elena Cianca. Contesté a mi amiga al día siguiente, pero ella estaba terminando un trabajo en ese momento y nos emplazamos a telefonearnos días después. Cuando hablamos, me comentó que me llamó, entre otros motivos, porque había visto, días atrás, un camión de mudanzas junto a la finca en la que había vivido el escritor Javier Marías y que por el tipo de cajas que sacaban, precintadas unas y a punto de cerrarse otras, había supuesto que contenían libros. No llegó a acercarse, pues llevaba prisa, pero imaginó que tal vez la mudanza procediera del domicilio del novelista, que, como muchos lectores saben, vivía de alquiler.  Lo intuyó, además, porque le pareció ver junto junto a la entrada del portal a algunas personas con uno o varios libros en la mano. Me preguntó si yo podía enterarme de si había algún proyecto para mantener la biblioteca del escritor y su entorno de trabajo en un lugar estable, aunque no fuera en el exacto lugar en el que había residido. Era algo que se había comentado entre gente de la cultura del barrio -el de ella y el que había sido durante años de Javier Marías- y había cierta expectación por el destino de aquella inmensa biblioteca que algunas tardes se vislumbraba desde la plaza a la que daba la vivienda del escritor y que a partir de ahora, quizás ya no se pudiera contemplar. 



Paso de vez en cuando por la plaza donde tenía su estudio y vivienda el escritor de Todas las almas y Cuando fui mortal, camino de la moderna biblioteca pública Iván de Vargas, o en dirección a la calle Toledo y alrededores. Conocía el portal, amplio y antiguo, de la finca, y fue en la tarde del 29, a punto de anochecer, cuando tuve ocasión de cruzar la plaza tras la conversación con mi amiga. Recordé lo que me contó, me detuve en la puerta y miré hacia el interior por si estaba el conserje. En realidad era una conserje. No se sorprendió de que le preguntara si se había efectuado el traslado de los libros y enseres de la vivienda del escritor, pero me aclaró que no, que la biblioteca personal estaba intacta y que la familia decidiría su destino. Lo que sí se había hecho era la mudanza de un segundo apartamento, también alquilado, que Marías utilizaba como almacén y oficina de su exquisita editorial Reino de Redonda. Este apartamento debía quedar libre y su contenido, tanto en libros como el material acumulado, se había recogido y trasladado, salvo unos pocos ejemplares repetidos del propio autor que no cabían en las cajas.  Se planteó si dejarlos en el apartamento para quien lo habite de nuevo, pero durante la mudanza hubo lectores o vecinos que se acercaron a preguntar por ellos y la conserje guardó en la portería los pocos títulos sobrantes. Le pregunté si entre esos libros había, por suerte, algún ejemplar de Reino de Redonda y me aclaró que no, que solo eran ejemplares repetidos de los que mandan las editoriales al propio autor cuando se produce una reedición de su obra. Se trataba de hecho de algunas novelas en edición de bolsillo y un libro menos conocido, Vidas Escritas. Le conté a la conserje que había leído casi todo de Javier Marías desde los años en que publicó Los dominios del lobo El hombre sentimental y que Vidas Escritas, a la que había accedido gracias al préstamo bibliotecario, es fascinante. Había anochecido ya y la conserje estaba a punto de cerrar el portal, porque su jornada acababa, pero tuvimos tiempo de intercambiar opiniones rápidas sobre el escritor, de quien hablaba con cariño, y su literatura. Entendió que no iba a curiosear y me emplazó a que volviera al día siguiente para regalarme una novela de bolsillo o el título del que tenía varios ejemplares, Vidas Escritas







 Cerró la puerta y nos despedimos. Evoqué después la conmoción que causó hace unos meses la noticia de la desaparición del escritor: fui de los lectores de Marías que, al conocer su muerte, inesperada y temprana, experimenté una sensación de incredulidad. No porque lo creyéramos inmortal, sino porque tenía aún por delante muchos años de actividad creadora. Evoqué entonces, al escuchar  que había fallecido, que hacía unos años, poco antes de la pandemia -ni él ni yo llevábamos entonces mascarilla-, coincidí con el novelista por el entorno de la plaza de Oriente y los alrededores de la Encarnación y me comentó que le habían operado de la espalda -tuvieron que volver a hacerlo- y le habían recomendado tomar el sol. Por eso paseaba por aquella zona tranquila y soleada con su discreción habitual, intentando no llamar la atención. Hablamos de Berta Isla, y me señaló un alto piso cercano que daba a Arrieta y a la plaza de Oriente donde vivían unos amigos y que le había servido de inspiración para situar el domicilio del personaje fundamental de la novela. Evoqué también que le había entrevistado a finales de los ochenta en el café Gijón para el periódico en que trabajaba en ese tiempo. 
     Bajo el impacto de la noticia de su muerte, busqué en las estanterías de mi biblioteca sus libros, y aunque encontré varios de ellos, comprobé con sorpresa que no tenía todos los que había leído en su momento. Quizás alguno se había perdido en mis propias mudanzas, o lo había prestado o recomendado a alguien. Me di cuenta, además, de que no había llegado a leer toda su obra: me faltaba por leer la colección de biografías de escritores -Vidas Escritas- y Negra espalda del tiempo, además de la última novela publicada, la continuación de Berta Isla. Suponía que en cualquier librería podría adquirir Tomás Nevinson, pero me fui a la amplia biblioteca del Conde Duque a ver si encontraba los anteriores. En efecto, me llevé en préstamo Vidas escritas y Negra espalda del tiempo y, una vez leídos, los devolví. 
      El azar me traía de nuevo Vidas escritas, intuí, siempre que volviera a visitar a la conserje. Fui a la mañana siguiente y, con su habitual amabilidad, me mostró los pocos títulos que todavía conservaba: la citada obra de biografías de escritores, observados desde la particular óptica del narrador -no todas biografías al uso, pero con una penetración fascinante y una escritura exquisita-, en edición de 1992, y algún otro de bolsillo que leí hace muchos años y que volvía tener a mi alcance. Nada nuevo para leer, pero sí un pequeño botín para releer. De manos de una mujer que conoció al escritor y trabajó para él y el resto de los vecinos y que no se sentía ajena a su obra. No suelo ser mitómana, salvo excepciones, y esta lo era. Me parecía que esta inesperada oportunidad era un guiño del escritor a la lectora (y a la periodista y escritora). Un hilo invisible entre mi universo lector y ese remoto y ya etéreo Reino de Redonda sideral, espejo del que quedó en la tierra, donde quizás transite ahora Marías. No podía prescindir de un regalo tan cargado de sentido y tan ligado a mi experiencia generacional como lectora del autor de Los enamoramientosTu rostro mañana.  

martes, 23 de marzo de 2021

Escribir la vida de otros: biografía en singular o retrato coral

 "Escribir la vida de los otros exige profundizar en datos, vivencias y trayectorias que en una primera aproximación solo generan pinceladas, arquitectura cronológica, atmósferas, pistas para hacer un decorado previo y calar más hondo. Por mucho que se indague, las vidas retratadas tienen algo de ficción y de invención. [...] Una vida está llena de momentos y fragmentos discontinuos y no solo de grandes gestos y palabras". Lo que antecede forma parte del Prólogo de "Inspiración y talento: Dieciséis mujeres del siglo XX" (Punto de Vista Editores), publicado a finales de 2020.




Escribir la vida de un personaje público es adentrarse en el vértigo del otro. Entrar a fondo en otra vida, conocerla desde el revés y el envés, observarla con minuciosidad (hasta la extenuación), documentarla y saber contarla. No es tarea fácil y en ocasiones es más bien ardua. Depende de la documentación y la huella que haya dejado en su correspondencia y testimonios orales y escritos, de si se trata de una figura histórica (alejada en el tiempo y con una información más o menos suficiente y ya decantada, pero que requiere ser rastreada de nuevo en archivos para contrastarla) o un personaje contemporáneo (lo que facilita la información, pero también la dificulta si el biografiado o su familia no cooperan o buscan manipular o preservar parte de su trayectoria o aspectos de su vida privada necesarios para configurar y escribir su vida). Más allá de estas dificultades, que el autor trata de allanar con responsabilidad, tesón  y voluntad, abarcar una vida es un ejercicio de escritura total. Aunque la biografía de tipo académico, con citas y apéndices constantes, requiere un tono claro y ecuánime, casi neutral, la biografía de carácter literario permite una escritura transversal y palpitante, que admite incluso la ironía respetuosa con el biografiado, siempre que no se abandone el rigor ni se caiga en la hagiografía o, en el otro extremo, el ajuste de cuentas o la hostilidad.



      Se decía hace años que María Moliner no tenía biografía debido a su discreción y a que su nombre se fundía con el del Diccionario de uso del español, como si su vida se solapara con su obra y no hubiera más. Me siento satisfecha de haber podido desmentirlo, al escribir su biografía, "El exilio interior. La vida de María Moliner" (Turner, 2011 y 2018). En un libro anterior, "La roja y la falangista: Dos hermanas en la España del 36", abordé la biografía cruzada de las hermanas Constancia y Marichu de la Mora Maura (nietas de Antonio Maura y primas de Jorge Semprún), bajo el trasfondo histórico de la época convulsa que las llevó a una al exilio y a la otra a formar parte de la élite de la Sección Femenina.  

Años antes, en 2002, publiqué "Mujeres de la posguerra" (Planeta, 2002, Sílex 2017), que reunía a las grandes escritoras de la posguerra y a las creadoras del exilio. Un libro generacional,  aunque en el caso de Carmen Laforet y de algunas otras autoras la aproximación biográfica fuera amplia y profunda. En este ensayo buscaba explicar la posguerra a través de la obra y no solo la trayectoria de estas mujeres destacadas. Obras como "Nada", "Entre visillos", "Los hijos muertos" o "Memoria de la melancolía" reflejan la atmósfera de los años cuarenta y cincuenta del pasado siglo. "Mujeres de la posguerra" se podía leer de forma continuada o buscando los capítulos concretos dedicados a las autoras que atrajeran al lector. No era exactamente, o no solo, un libro de biografías selectas: había un denominador común, la posguerra, como escenario y territorio de tribulación y superación, desde el punto de vista de las españolas, con sus vidas en la sombra y sus paulatinos avances. Ses trata de un libro a caballo entre la historia y la perspectiva literaria junto al material biográfico que se vislumbra en una primera lectura. Al ser mi primer ensayo no me ocupé cuando de su extensión casi interminable (lo acabé por agotamiento más que por ganas) y tuve la suerte de que el editor no me pidiera acortarlo.

 En Las republicanas "burguesas" y en "Inspiración y talento" el enfoque es netamente coral, ya que el objetivo es ofrecer una selección de biografías de mujeres relevantes de un modo transversal, sin que haya  afinidades vitales entre sí de forma necesaria, aunque pueda haber nexos generacionales o históricos. Las republicanas "burguesas" es una recopilación de biografías que había publicado antes por separado de mujeres vinculadas a la Segunda República por sus ideas o por vivir en ese tiempo (desde Zenobia Camprubí, Isabel Oyarzábal o Mercè Rodoreda a Ángeles SantosMaría Brey o Matilde Ucelay). La clave del libro reside en el título, que señala desde el principio que, además de las líderes políticas u obreras más conocidas de ese periodo, hubo un amplio elenco de mujeres cultas o procedentes de la burguesía que se sintieron afines al espíritu republicano o participaron de su atmósfera. 

En "Inspiración y talento" el esquema se repite, pero con más amplitud e información. Al plantear el libro opté por dieciséis mujeres clave en la historia de España del siglo XX, bien por el papel desempeñado o por su propia trayectoria. Al ser biografías más extensas que las aproximaciones biográficas de Las republicanas "burguesas" en "Inspiración y talento" se encuentra una considerable información no solo de cada mujer retratada sino de otras grandes figuras europeas o latinoamericanas con quienes se relacionaron o compartieron momentos históricos. Entre las dieciséis elegidas no solo hay españolas, la mayoría, sino tres extranjeras vinculadas al arte o la historia española: las fotógrafas Dora Maar, Tina Modotti y Gerda Taro, que arrojan una mirada cosmopolita y exterior al periodo de la Guerra Civil. No en vano entre 1936 y 1939 los sublevados recibieron la ayuda esencial de otras potencias europeas (Italia y Alemania). No fue una contienda netamente doméstica, sino un ensayo o un adelanto de la Segunda Guerra Mundial, desencadenada el mismo año en que España cerraba la suya, al menos de forma oficial. Así lo vieron Gerda Taro y otros corresponsales extranjeros enviados a cubrir la guerra española. Ese nexo europeo es muy evidente en muchas de las biografías, debido a la interrelación entre los activistas centroeuropeos. muchos de ellos judíos,  que huyeron del nazismo emergente a principios de los años treinta, se refugiaron en París y más tarde se sintieron interpelados por el golpe militar, y su consiguiente trama civil, de julio de 1936. Fue el caso de Gerda Taro y su compañero Robert Capa, que fotografiaron el conflicto español y se comprometieron con una causa en la que vieron una prolongación de la suya.

De muchas había escrito biografías previas o estudios y reseñas, pero de otras he escrito ex profeso sus biografías para el libro (Gerda Taro, Clara Campoamor, Montserrat Roig, Carmen Alborch, Pilar Miró o Carmen Díez de Rivera. A algunas de estas últimas las entrevisté en su día como periodista, a Carmen Diez de Rivera tuve la fortuna de tratarla. A Montserrat Roig la leí y no llegué a conocerla personalmente, pero tuvo el detalle, sin ninguna necesidad por su parte, de hacerme llegar su felicitación cuando me concedieron el Premio Nacional de Periodismo en la modalidad de Reportajes y Artículos literarios en 1985. 



Es obvio que hay diferencias entre la biografía de un solo personaje (por su profundidad, perspectiva, ambición y vocación de plasmar su trayectoria de forma exhaustiva) y las que abarcan varias en un solo volumen. Aunque en ocasiones la investigación empleada en cada una de ellas llegue a ser profunda o (casi) completa, la labor de síntesis y las reglas de la concisión permiten orillar temas poco contrastados o derivaciones farragosas. El autor tiene que elegir en dar a este conjunto de retratos una mera pátina literaria, etérea y elegante (es decir, una recreación más que una biografía), o aportar una información precisa tratando de que los datos no pesen demasiado en un texto que, al reunir varias vidas, no puede dedicarle a cada una una gran extensión. En ocasiones, dependiendo del personaje, se opta por un retrato más sugerente o más centrado en los hechos. La bibliografía que acompaña al libro es muy densa, con la pretensión de que el lector amplíe si quiere las biografías que acaba de leer y llene los huecos que la elipsis o la síntesis han impedido desarrollar como se merecería si se tratara de una sola biografía.  

No me gustan los adjetivos didáctico o el concepto divulgativo para los libros que escribo, aunque alguien podría utilizar este matiz, en cierto modo, en  "Inspiración y talento: dieciséis mujeres del siglo XX". Aunque lleva, como todos los que he publicado, el punto de vista del autor, su enfoque está dirigido a hacer memoria de algunas figuras esenciales del siglo XX y a recuperar del olvido o la distorsión a otras. Sin la carga ensayística y tridimensional (literatura, historia y biografía de "Mujeres de la posguerra" pero con algunas semejanzas, ya que, de nuevo, la mayoría de las elegidas son escritoras o políticas, o a veces ambas cosas. No hay una intención histórica explícita como en "La roja y la falangista", pero el hilo conductor que subyace en la elección de estas  dieciséis mujeres del siglo XX es justamente su pertenencia a ese tiempo. Sin ellas, el siglo XX no sería el mismo.