martes, 29 de octubre de 2013

Un recuerdo de las visitas de María Moliner a las bibliotecas populares/ Requena

Un link que recoge la historia de las bibliotecas populares en Requena, evoca el paso de María Moliner por la localidad en 1936. http://www.bibliotecaspublicas.es/requena/carta.htm


María Moliner escribió unos informes deliciosos sobre sus visitas a biblioteca escolares y rurales. En los primeros años treinta como colaboradora de Misiones Pedagógicas en el área de Valencia, donde residía. Y a partir de 1936 debido a sus responsabilidades como gestora bibliotecaria dentro de la política cultural del Gobierno, trasladado a Valencia para evitar ser sorprendido en Madrid si, como se preveía, entraban las tropas rebeldes franquistas -aunque no fue así, solo entraron tras la derrota republicana, en 1939-.

lunes, 28 de octubre de 2013

Las otras doce mujeres premio Nobel de Literatura

Ha sido un Nobel de Literatura sin polémica el de este año. Casi todo el mundo adora a Alice Munro, la Chejov canadiense. Empecé leyendo sus relatos agrupados en Demasiada felicidad y tenía entre manos ya Mi vida querida. Deseaba adentrarme pronto también en su única novela, La vida de las mujeres. Es, desde luego, una de mis escritoras de culto, junto con Clarice Lispector e Irene Nèmirovsky, por ceñirme solo a narradoras. En el caso de Munro reconozco que, aunque pensaba leerla, tuve en cuenta una muy favorable opinión de Antonio Muñoz Molina sobre el valor de sus cuentos. Posiblemente, forma parte de ese club de escritores que no emociona tanto por su vida, recoleta e íntima, como por su obra, dándose esa dualidad que refleja la biografía que ha escrito sobre C. Sheldrick, A dual life (Una doble vida). No en vano un escritor no tiene por qué ser un personaje fascinante (en su obra y en su vida), sino la voz que narra historias que merecen ser leídas.



Con Alice Munro, son ya trece las escritoras que consiguen un Nobel, una minoría, desde luego. Dos de ellas son autoras a las que admiro por su obra y su trayectoria: Nadine Gordimer (Nobel de 1991) y Doris Lessing (lo obtuvo en 2007).
A otras las leí o descubrí a raíz del Nobel, como Toni Morrison (en 1993), Elfreide Jelinek (en 2004) y Herta Müller (en 2009) y en menor medida a la gran poeta Wislawa Szymorska (en 1996).



 A Pearl S. Buck (premiada en 1938) y Sigrid Undset, las descubrí de joven, en esas ediciones populares y divulgativas que seleccionaban lo mejor de los premios Nobel. A Gabriela Mistral (galardonada en 1945) ya la estudié en bachillerato como nuestra Nobel en castellano. Sé que Selma Lagerlöf (la primera de las premiadas, en 1909), fue leída o apreciada por Carmen Laforet y María Moliner, dos personalidades cuya biografía he abordado en diferentes etapas. Por último, quedan otras dos Nobel de las que tengo menos información, Grazia Deledda (en 1926) y Nelly Sachs (1966) que completan este pequeño porcentaje de escritoras es en la nómina de los Nobel. No hay que ser demasiado observador para anotar que en el siglo XX las ganadoras eran una excepción (solo nueve en un siglo), mientras que en lo que va de siglo son ya cinco las que se han alzado con el preciado y universal galardón.

miércoles, 23 de octubre de 2013

Diálogo entre Jorge Edwars y Gilles Lipovetsky sobre estética y pintura

El lunes asistí a un sugestivo encuentro entre dos figuras de la literatura y la sociología, el escritor y premio Cervantes Jorge Edwars y el ensayista Gilles Lipovetsky. autor de "La era del vacío", en el Espacio Telefónica y promovido por la Fundación Chile-España y el Instituto Francés. Moderó la escritora Lourdes Ventura.
 El objetivo era fomentar el diálogo entre Edwars, reciente autor de una novela editada por Lumen, "El descubrimiento de la pintura" y Lipovetsky, que acaba de publicar en Francia un último ensayo sobre la progresiva estetización del mundo que se editará en fechas próximas en España.
Un paso más en su análisis sobre la sociedad hipermoderna de nuestros días.
http://mediateca.siremedia.net/ft/visor.asp?tx-s1-hestetica-v1_768_432

sábado, 19 de octubre de 2013

El llanto de Dora Maar

Hace tiempo que me interesa la figura de Dora Maar. Como fotógrafa, como amante de Picasso y, sobre todo, como colaboradora (casi) esencial en la génesis y difusión del Guernica. Dora Maar fotografió paso a paso la creación del cuadro que las autoridades de la II República española encargaron al pintor malagueño. Y, además, sus ojos están presentes, multiplicados, en muchas de las figuras dolientes y desgarradas del Guernica. Su llanto es el llanto de Dora Maar.
Acabo de publicar su semblanza en la revista CLARÍN (Oviedo), en el número 107, correspondiente a septiembre-octubre.
En un año en que se ha hablado de hacer una película sobre el Guernica (de momento paralizada), un documental en el que no podía faltar su evocación. Y en el que ha aparecido en Circe una biografía sobre la fotógrafa elaborada por la crítica de arte Victoria Combalía. Una puesta en día de datos y noticias sobre Dora Maar que se suma a los estudios ya publicados, entre ellos un volumen bien ilustrado publicado en Destino.

viernes, 4 de octubre de 2013

Ángeles Santos, la pintora de las metamorfosis

Se asomó a la pintura con una fuerza inusual en una apacible joven de 18 años, con más pasión de la que solía dedicar a la vida. Sus primeros cuadros revolucionaron el universo pictórico por su precodidad y brío: "Un mundo", "Tertulia"... Ramón Gómez de la Serna fue a visitarla a Valladolid, donde vivía con sus padres; los poetas de la generación del 27 querían conocerla. Ella se movía entre las vanguardias, influida por el surrealismo y el expresionismo, pero su cabeza iba más lejos: soñaba y se enredaba en extrañas historias que no tenían puntos de encuentro con su papel de hija dócil en su vida diaria. Aquello era demasiado y su padre decidió internarla en un sanatorio para que se aquietara. Al salir de la clínica la joven se había reconciliado algo con la vida que tenía que vivir, la vida de una chica de clase media de la época: moderna sí, y pintora, pero sin las extravagancias iniciales ni la fuerza provocativa de su compañera de generación Maruja Mallo.

Después vino la Guerra Civil y aquella pintora que navegaba entre el surrealismo y el realismo mágico enmudeció. Se había casado con un pintor, tenía un hijo y sobrevivió en los años oscuros del franquismo. Todo era pintura en su vida y a la vez ella no pintaba en esos años. Silencio. En el último tercio del siglo XX renació, pero era otra: de los trazos duros y negros había pasado a la dulzura de los paisajes. Sobrevivió a todos los artistas de su generación. Acaba de fallecer.
   Publiqué una semblanza de Ángeles Santos en la revista de Nueva literatura CLARÍN ("Ángeles Santos, la huida del surrealismo". número 98, marzo-abril de 2012) y escribí también un post sobre ella en el blog Mujeres de EL PAÍS.  Como algunos otros artistas, empezó desde arriba y fue perdiendo su identidad inicial con los años. Llegó a la meta en poco tiempo, interrumpió su marcha e hizo el camino de vuelta antes de recorrerlo.  
   Así escribió sobre ella Juan Ramón Jiménez: "Alguno se acerca curioso a un lienzo y mira por un ojo y ve a Ángeles Santos corriendo gris y descalza orilla del río. Se pone hojas verdes en los ojos, le tira agua al sol, carbón a la luna. Huye, viene, va. De pronto, sus ojos se ponen en los ojos de las máscaras pegados a los nuestros. Y mira, la miramos. Mira sin saber a quién. La miramos. Mira".